Historia de Florencia (Caquetá)

Dentro de ellos se destacan los Andakíes, los Huitotos y los Coreguajes, quienes tradicionalmente han habitado las orillas del río Orteguaza.

Enfrentando los rigores del clima, pobres, desnudos y hambrientos, asediados por los indígenas Choques, él y sus cuatrocientos hombres vagaron por la región desde 1534 a 1539, año en que regresan a El Coro (Venezuela), poco menos de cien hombres de los que habían partido, en donde conoció su destitución como Gobernador de dicha ciudad, quizá debido a su reconocida crueldad para con los nativos americanos.

Estos llegaron al País de la Canela, en la región que denominaron Sacramento; de ahí, por el río Orteguaza, hasta llegar a la Fragua, donde pudieron acampar un tiempo; en esta zona fueron perseguidos y atacados por los indómitos Andakíes, célebre nación guerrera.

Posteriormente se presentaron múltiples incursiones efectuadas por los mismos conquistadores españoles, misioneros católicos, comerciantes portugueses, criollos y negros que escapaban del sistema esclavista.

Estos visitantes pretendieron de diversas formas establecerse y colonizar la región, fundando a su paso poblados transitorios, que desde 1728 recibieron varias denominaciones y hoy son inexistentes debido a la hostilidad del medio.

[5]​ Hacia 1847 en un mapa de Colombia aparece un pueblo «Hacha» sobre el río homónimo que bordea la ciudad.

Procedentes de Antioquia, iniciaron su empresa cauchera los hermanos Gutiérrez, en asocio con Pedro Antonio Pizarro, exactamente en la hacienda La Perdiz, situada en el centro del casco urbano de la actual Florencia.

Los caucheros colombianos ya mencionados, además de los Pérez, Larrañaga, entre otros, iniciaron tratos con los peruanos, especialmente con la consabida Casa Arana, verdadera representante de una explotación laboral cercana al esclavismo, y que serviría luego a Rivera para denunciar los atropellos en forma novelada, pero que en el trasfondo revela una situación social que marcó por muchos años el derrotero de esta importante región del país, conocida entonces como El Paraíso del Diablo.

La sociedad se denominaba Pizarro – Gutiérrez y Cía; con domicilio principal en la población de Guadalupe, perteneciente para ese entonces al Departamento del Tolima.

A los pocos meses de funcionamiento, la empresa logró una nueva organización, inyectó más capital e invitó a nuevos socios, llegando así el ciudadano estadounidense William Boshell, quien a su vez encargó como alto empleado de la empresa al ciudadano italiano Paolo Ricci; hombre jovial y muy preparado, encargado de llevar las cuentas, efectuar el pago a los caucheros y manejar las relaciones de las empresas con todos los colonos.

Luego surgió la explotación del caucho, actividad desarrollada por los mismos empresarios de la quina.

La mayoría de migrantes procedían del Huila, donde las tradiciones católicas tenían arraigo popular.

Los colonos desarraigados volvían en el Caquetá a reconstruir las instituciones y costumbres religiosas, en este caso liderados por los frailes.

[10]​ El gobierno central designa como primer alcalde al señor Isaías Cerquera.

También se creó la primera Notaría y el primer Juzgado Municipal, que pertenecía al circuito de Garzón (Huila).

En 1936 se iniciaron trabajos cerca del sitio conocido como Sebastopol, sobre el río Hacha, para construir una planta hidroeléctrica de 165 kV.

En 1939 y con financiación del Gobierno Nacional, se inició la construcción de una pequeña central hidroeléctrica de 165 kV sobre el río Hacha, en el lugar conocido como Sebastopol en la salida a Neiva.

Estas nuevas olas migrantes llegaron al Caquetá, visto en ese entonces como territorio de paz.

Hubo otros barrios y espacios urbanos que implicaron un ordenamiento urbano dirigido que se expresó con la creación del barrio Juan XXIII (1962), con el liderazgo de Monseñor Ángel Cuniberti a quien el Papa Juan XXIII apoyó económicamente para la construcción de dicho barrio que hoy lleva su nombre; lo que a su vez era respuesta a problemas o desastres naturales como las inundaciones, causadas por el río Hacha.

Paralelamente a este movimiento poblacional se crearon nuevas parroquias y escuelas como centros de socialización.

Al siguiente año se fundaron los barrios La Cooperativa, también fuera del área urbana, y La Consolata, obra social de los misioneros.

Como consecuencia del desastre, en los años siguientes se crearon varios nuevos barrios: Torasso, La Libertad, Los Alpes, Buenos Aires, Siete de Agosto, Circacia y Juan XXIII, este último, con aportes de la Santa Sede.

En 1984 se dio un intento de toma por parte del grupo guerrillero M-19,[19]​ que fue controlado por el Ejército.

Además, se crearon nuevos barrios y urbanizaciones en el sur de la ciudad, como Bellavista, Villamónica o Yapurá.

[1]​ En 1993 se dio al servicio el nuevo sistema de acueducto y alcantarillado para la ciudad bajo la administración del alcalde Carlos Alberto Beltrán.

En 1997 se inauguró el Hospital Comunal Malvinas, cuya construcción inició en 1995 como producto de la iniciativa denominada «Marcha del ladrillo pro-hospital», liderada por el alcalde Héctor Orozco Orozco.

Luego en 1999 se inauguró el tercer puente sobre la quebrada La Perdiz, bautizado como «Fray Doroteo de Pupiales» durante la administración de la alcaldesa Lucrecia Murcia, obra que permitió descongestionar el tránsito por la ciudad.

Biblioteca de la sucursal del Banco de la República en Florencia.
Casa Valencia . Construida en los años 50.
Centro comercial La Perdiz , construido en 2003.