José Herrera Petere

Cultivó sobre todo la poesía, pero creó también en narrativa, cuentos infantiles y teatro.

Al nacer le pusieron el sobrenombre de Petere en referencia a un niño que había llegado un mes antes a la ciudad en un circo y que gozó de gracejo y fama entre los espectadores.

[2]​ Herrera Petere comienza a publicar poesía en revistas literarias y culturales como La Gaceta Literaria, Octubre, Cruz y Raya o Noroeste, y fundando otras con títulos tan estrafalarios como En España ya todo está preparado para que se enamoren los sacerdotes o Extremos a que ha llegado la poesía española, donde publicó una serie de poemas con los cuales llegó a llamar la atención de escritores ya reconocidos como Juan Ramón Jiménez, de vinculación sobre todo surrealista.

En 1934 anuncia la publicación de dos libros que, sin embargo, nunca llegaría a escribir.

En la guerra es cuando se convierte en un prolífico poeta, componiendo versos y canciones de arenga del bando republicano.

Usa un lenguaje y una técnica sencillos, estilos como el romance o la copla y un carácter político con el fin de que pueda llegar a todos los soldados, especialmente los menos instruidos.

Publica bien por octavillas sueltas, bien mediante distintas revistas como El Mono Azul, Hora de España o Milicia Popular, lo que le asegura una gran aceptación entre los combatientes y que sea el poeta más publicado durante esos años, tanto que muchos de sus poemas aparecerán recogidos en diversas recopilaciones de escritos sobre la Guerra Civil.

[4]​ Gran parte de su obra en los años de la guerra terminan siendo recogidos en el libro Guerra viva, publicado en 1938, obra que se ofrece como un testimonio vivo sobre la contienda desde el frente republicano.

Con él llega a París donde se reúne con su padre y con su esposa, exiliados poco tiempo antes.