Por un lado, la crisis alimentaria había provocado en los meses anteriores a julio de 1789 unas importantes revueltas frumentarias, muy localizadas pero repartidas sobre áreas muy diversas del territorio nacional.
Esas primeras revueltas habían sido motivadas por el hambre y la ira hacia algunas personalidades locales, pero muy pocas adoptaron la forma de una rebeldía contra la aristocracia local o contra la nobleza como estamento, y la mayoría no tuvieron prolongaciones durante el Gran Miedo.
El hambre y la pobreza asociadas a las malas cosechas que se venían sucediendo desde 1783 habían multiplicado tales bandas.
[3] Sin embargo, muchos manifestaban miedo frente a unos posibles ejércitos enemigos, en particular en las regiones fronterizas: en el Delfinado, el Vivarés y en Provenza, se rumoreaba que el conde de Artois, hermano del rey, había reunido un ejército de 10.000 a 20.000 piamonteses.
Sin embargo, regiones enteras, como Bretaña, Alsacia o Languedoc, quedaron fuera de este Gran Miedo.
Esta conclusión resulta lógica teniendo en cuenta que la desconfianza hacia la aristocracia venía agudizándose desde años atrás.
[3] En muchos lugares, como en la Baja Normandía, se pensó además que los propietarios nobles estaban acaparando el grano para especular y venderlo a precio más alto.
Solo en algunas regiones, como en el Vivarés, el Mâconnais, el Delfinado, la Baja Normandía y el Franco Condado, la revuelta se tornó en una violencia antiaristocrática e iba dirigida hacia el estamento en su conjunto.
En muchos lugares, si bien hubo pánico, este no dio lugar a ninguna revuelta, y varios autores comprobaron la existencia de lo que se ha llamado «solidaridad vertical».
[3] Los autores[1][3][5] están de acuerdo en que es muy difícil dibujar un mapa del Gran Miedo y las revueltas consecuentes.