La violencia del odium theologicum no se restringe al terreno verbal o intelectual, y en muchas ocasiones ha llegado a la agresión física con todas las consecuencias, incluido el exterminio, o a la persecución judicial.
También se utiliza el concepto odium theologicum para describir disputas o debates intelectuales no teológicos, especialmente para destacar su carácter rencoroso y la utilización de los recursos de baja política académica (nepotismo en la disputa por los cargos, desprestigio profesional, argumentos ad hominem, etc.).
El anticlericalismo desarrollado desde la Revolución francesa y extendido en los siglos XIX y XX pasó a ser una expresión no menos violenta de odio teológico, aplicado en este caso contra la propia religión (para Marx el opio del pueblo) como odio antiteológico.
[10] El odio ideológico, el originado entre las ideologías contrapuestas de la Edad Contemporánea, y plasmado en las grandes tragedias del totalitarismo y las guerras del siglo XX ha sido en muchas ocasiones comparado al odio teológico.
[13] Más de un siglo antes, un converso aragonés, Moshe Sefardí (Pedro Alfonsí o Pedro Alfonso), ya había iniciado la denominada polémica judeo-cristiana desde una postura más conciliadora, con un libro en defensa de su conversión (Dialogos contra iudaeos, 1106) que también defiende la superioridad del cristianismo frente al islam.
y también buenos, la Tierra sería un paraíso; mas es un infiernoEl escéptico filósofo y matemático Bertrand Russell sostuvo que el antídoto para el odio teológico es la ciencia, que caracterizó como tratar exclusivamente con los hechos, desprovista de cualquier compromiso personal.
En la controversia sobre la validez del método de las fluxiones George Berkeley se dirigía en estos términos a su oponente newtoniano: