Ficción

Se opone a los géneros no ficticios, como el ensayo o los del periodismo, si bien algunas corrientes filosóficas reclaman que todo es en realidad ficción, puesto que no existe la objetividad en la interpretación o algo externo a la mente (idealismo radical).

En el ámbito audiovisual, la ficción se suele oponer al documental y sus géneros derivados.

La delimitación entre realidad y ficción, no sólo es una cuestión objetiva, pero depende igualmente de un consenso social: el que se ve entre otros con textos sagrados, que para unos son una descripción de la realidad, para otras sólo metáforas y leyendas.

Puede existir ficción fuera del arte, como por ejemplo en las tradiciones (personajes legendarios que se transmiten entre generaciones ligados a determinadas fiestas o valores morales) o en los libros de texto, donde se ponen ejemplos inventados para explicar conceptos.

Siempre exige un cierto grado de discurso y por eso está fuertemente ligada a la narrativa.

Las obras fantásticas incluyen elementos sobrenaturales, salvo que no aparece en todos los discursos ficcionales.

La verdad corresponde a los juicios sobre los hechos y no se aplica en el mundo imaginario, igual que tampoco se puede aplicar a las expresiones emotivas y otros tipos de enunciados.

Esta capacidad se relaciona con el hecho que el ser humano tenga un lenguaje simbólico,[4]​ que permite referirse a entidades no presentes en la aquí y la ahora y esta proyección (poder comunicar experiencias no presentes) ayuda a crear otros sin ningún referente real, o basadas en porciones de varias experiencias.

La primera característica es la existencia del llamado mundo ficticio, es decir, un contexto que requiere continuidad o un marco donde ambientar la trama.

Esta combinación puede tener como función aumentar la verosimilitud de la trama, ambientar la historia en un mundo ficticio conocido por los receptores o con intención paródica.

En segundo término hacen falta unos personajes que protagonicen una trama, la cual se presenta con un determinado punto de vista.

Incluso un discurso pretendidamente objetivo, como el de la historiografía, puede contener elementos considerados ficcionales por un receptor.

Varias señales pueden ayudar a activar la convención de ficcionalidad (entendiendo que no hay discursos ficticios, sino interpretaciones como ficcionales o no de determinados discursos)[7]​ en el receptor, como por ejemplo un escenario o un género literario.

Caso contrario, la ficción no tiene lugar como tal y el receptor se siente engañado, agredido o confundido.

Si hay elementos que provocan reír o emociones, aumenta la sensación de rato placiente.

La segunda función ya fue explicitada por la catarsis de Aristóteles: al producirse una identificación momentánea con los protagonistas, el consumidor de ficción vive ficcionalmente otra realidad que le permite purgar o exacerbar sentimientos que después puede aplicar a su vida real.

En este sentido, determinados autores han subrayado la función psicológica de la ficción: permite vivir sin riesgo experiencias que después transmiten enseñanzas aplicables a la propia existencia, es decir, la ficción actuaría como una simulación[8]​ que ayudaría a comprender las vivencias reales y saber como reaccionar.

La ficción sería entonces una necesidad cognitiva universal, las personas necesitan imaginar otras vidas para poder entender el presente, como en los sueños.

Las leyes, la ética, la moral, el bien y el mal, los valores o la fe en un dios, no existen en el mundo físico.

En cambio, si estas mil personas creen en unos valores y objetivos comunes, cooperarán entre ellas aunque no se conozcan.

Y esta cooperación en masa es la responsable del dominio humano, de la creación de redes económicas internacionales, etc.[10]​ Porque la realidad es que las personas no únicamente necesitan imaginar otras vidas para poder entender el presente, sino que necesitan la imaginación para crear su presente.

Al consumir ficción, se activan determinados procesos mentales que están relacionados con la inteligencia.

Basándose en planteamientos apuntados por autores como Leibniz, la teoría de los mundos posibles sostiene que toda ficción crea un mundo semánticamente distinto al mundo real, creado específicamente por cada texto de ficción y al que solo se puede acceder precisamente a través de dicho texto.

: «Los robots no pueden dañar al ser humano» en las novelas de Isaac Asimov); son falsos aquellos que las infringen (ej.

Este hallazgo se le atribuye al ruso Vladímir Propp quien distingue entre 31 funciones narrativas en los cuentos de hadas populares y, de ahí, en cualquier argumento ficticio sobre el que se quiera desarrollar una secuencia.

Imagen ilustrativa de ciencia ficción. Casa elevada por globo aerostatico sobre montañas.