[1] Se aplican mediante rociado, pulverizado, por revestimiento, o por fumigación de locales.
Uno de los fungicidas más antiguos es el caldo bordelés, que actualmente sigue usándose.
En pleno siglo XXI las investigaciones continúan y periódicamente aparecen nuevos agentes como el voriconazol, la caspofungina, etc.[4] Los fungicidas de hoy, mucho más variados que los de antaño, se emplean de un modo más selectivo, para combatir hongos específicos en plantas específicas.
También hay fungicidas biológicos, como el aceite de nem, que se extrae del fruto del árbol de nem, y no son tóxicos para el hombre, tampoco para los animales y respeta a algunos insectos, ya que también es insecticida.
[cita requerida] O la Trichoderma Harzianum aplicado en tratamientos foliares, en semillas y suelo.