Las células implicadas en la espermatogénesis comienzan este proceso con una dotación cromosómica diploide (2n), y terminan con una dotación haploide (n) en el espermatozoide, la célula reproductora masculina (gameto), destinada a la fecundación del óvulo.
El término espermatozoide aparece en 1827 por primera vez, sin embargo, no está del todo claro quién fue el primero en pronunciar la idea de que los espermatozoides provenían de células testiculares.
Años más tarde, Albert Koelliker presenta un tratado tras varios años de investigación, en el que enseña por primera vez los aspectos fundamentales concernientes a la espermatogénesis: Bajo estas conclusiones y un par más, Koelliker deja claro que la visión del espermatozoide como condición primaria de un animal en desarrollo, sostenida por Leeuwenhoek y muchos otros, debía ser abandonada.
En este proceso es necesario pasar de unas células diploides, inmóviles e indiferenciadas las espermatogonias, a otras haploides, muy diferenciadas y móviles los espermatozoides.
Estas células se reconocen fácilmente por sus abundantes citoplasmas y sus grandes núcleos, que contienen grumos gruesos o finas hebras de cromatina; además, también están unidas por un puente citoplasmático conspicuo como se mencionó con anterioridad que regula el proceso de división de forma que todas las células involucradas reciban la señal de hacer meiosis a la vez mediante diferentes iones o moléculas; dichas uniones citoplasmáticas solo se romperán una vez los espermatozoides sean liberados en la luz del túbulo seminífero.
Así, es en estas células donde sucede la meiosis por primera vez: La meiosis I dará lugar a dos espermatocitos de segundo orden; estos espermatocitos secundarios son entonces más pequeños, y progresan con rapidez a la segunda división meiótica, por lo que rara vez son visibles.
Estos grupos pueden alcanzar hasta las 100 células en sincronía, distribuyéndose helicoidalmente a lo largo de túbulo.
Podemos saber si el ovocito es maduro o no en función de si presenta corpúsculo polar.
Si es maduro, la ovogonia ha completado la metafase II, lo que implica la formación del corpúsculo polar y del ovocito maduro; en cambio si el corpúsculo polar no aparece es porque la ovogonia se encuentra todavía retenida en la metafase II y por tanto el ovocito todavía es inmaduro y no se puede fecundar.
Así, los espermatozoides presentan tres zonas bien diferenciadas: la cabeza, el cuello y la cola.
Las espermatogonias están en mitosis durante 16 días, dando lugar a los espermatocitos primarios.
Las espermátides tienen que diferenciarse, como se ha comentado anteriormente, tardando otros 24 días para ese proceso.
[3][4] Una vez que salen del testículo, los espermatozoides se quedan en el epidídimo.
Si sumamos todo obtenemos unos 64 días desde el paso de espermatogonias hasta espermatozoides.
Esta bolsa tiene su superficie en contacto con el exterior del cuerpo, en lugar de estar rodeado por otros órganos.
La desventaja de su desprotección se ve compensada por una temperatura aproximadamente 3 °C inferior que el caso contrario.
[cita requerida] Los procesos reproductivos son de elevada actividad metabólica, por lo que pueden verse afectados por las condiciones climáticas.
El estrés calórico produce efectos negativos sobre la gametogénesis y sobre la función del eje neuroendocrino.
Aquí se producen unas 100 células germinales que migran hacia los esbozos de los órganos genitales.
[cita requerida] La regulación hormonal de la espermatogénesis se lleva a cabo por el eje hipotálamo-hipofisario-gonadal.
[6] La regulación hormonal se controla por un mecanismo de retroalimentación negativa, lo que quiere decir que el producto hormonal sintetizado por el tejido diana inhibe la liberación de los productos iniciales o intermedios del eje.