Se pueden distinguir varios tipos de espeleología, y no necesariamente está ligado a la investigación, ni estudio como lo indican sus raíces griegas.
La geología con sus subdivisiones (geomorfología, hidrogeología, etc.) es considerada una de las principales ciencias del karst.
Por todo eso, la definición actual sobrepasa el origen griego que se le dio «estudio de las cuevas».
Estos ríos suelen tener temperaturas gélidas que hacen más difícil la progresión del espeleólogo, o pueden crecer súbitamente debido a tormentas en el exterior, lo que dejaría a los equipos de espeleólogos aislados en zonas secas de la cavidad.
Existen también cavidades horadadas en macizos yesíferos, salinos (halita) e incluso bajo glaciares (casos que se denominan pseudokarst), y que al fin y al cabo están originadas por un proceso de disolución de la roca encajante.
Estos tubos tienen poca inclinación (raras veces se supera el 60 %), con lo cual pueden recorrerse, en general, sin necesidad de cuerdas.
Pero la dificultad viene dada por otras características, como un sustrato generalmente áspero, la existencia de muchos pasos estrechos y temperaturas que suelen tender a calurosas (aunque esto depende de la región geográfica donde se ubique la cueva).
Suele parecerse a la forma creada de una pasta dentífica cuando se presiona con fuerza el tubo.
Se les llama lámparas a la congregación numerosa de excéntricas pendidas del techo.
Los tubos volcánicos poseen a su vez su propia decoración, creada tanto por la lava al solidificarse en variadas formaciones (decoración primaria o reogenética) como por las filtraciones de agua posteriores, una vez consolidada la cavidad (concreciones secundarias o epigenéticas).
La relación entre el ser humano y las cuevas se remonta a los orígenes mismos de nuestra especie.
Las cuevas naturales subterráneas sirvieron de refugio y santuario a los primeros grupos humanos.
Pero las noticias sobre las cuevas de Carniola, región kárstica situada entre la actual Trieste (Italia) y Eslovenia, sobre las que el cronista J.V.
Sagué impulsaría a partir de entonces las actividades espeleológicas en el macizo del Garraf (Cataluña).
En los años ochenta del siglo XX, los espeleólogos polacos iniciaron sus primeras exploraciones sistemáticas en los Picos de Europa (El Cornión, Asturias).
A lo largo de las dos últimas décadas del siglo XX, espeleólogos yugoslavos, checos, búlgaros, húngaros, ucranianos y rusos -entre otros-, integraron grupos internacionales de exploración, junto con espeleólogos españoles, franceses, ingleses, italianos, portugueses o belgas.