Diógenes de Sinope

Nació en Sinope, una colonia jonia del mar Negro,[1]​ hacia el 412 a. C. y murió en Corinto en el 323 a. C.[2]​ No legó a la posteridad ningún escrito; la fuente más completa de la que se dispone acerca de su vida es la extensa sección que Diógenes Laercio le dedicó en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza material extrema en una virtud.El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.Encontró un maestro, que no hacía nada para sí mismo, pero rechazó su ayuda.Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes, un discípulo de Sócrates, que, según Platón, había presenciado su muerte.Diógenes pronto superó a su maestro tanto en reputación como austeridad en el modo de vivir.Al contrario que los otros ciudadanos de Atenas, vivió evitando los placeres terrenales.Con esta actitud pretendía poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.Las anécdotas que se cuentan sobre Diógenes ilustran la consistencia lógica de su carácter.Este “Sócrates delirante”, como lo llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su manto y tenía por vivienda una tinaja.Un día, en uno de sus paseos por la ciudad, vio cómo un niño comía lentejas en un trozo de pan y cuando al terminar sus lentejas bebió agua con las manos en una fuente y Diógenes pensó: “Este muchacho —dijo— me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas.Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse.[6]​ Entre la sorpresa y risas de sus discípulos salió Platón al frente respondiendo: "no te preocupes, le agregaremos algo a la definición" y gritó a Diógenes: "El hombre es el bípedo implume con uñas anchas".En otra ocasión, un ateniense discurría sobre los meteoros y Diógenes le dijo: ¿hace cuánto tiempo que llegaste tú del cielo?".[10]​ Según la leyenda, que parece ser creada con Menipo de Gadara, Diógenes, en un viaje a Egina, fue capturado por los piratas y vendido como esclavo.Hubo murmullos de asombro ante la sorprendente respuesta del filósofo pues nadie se atrevía a hablar así al rey.De nuevo, más murmullos, pero Alejandro no se dejó inmutar por esas respuestas y le dijo: "Pídeme lo que quieras".Que si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes"[cita requerida].En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos.Ya casi al final de su vida alguna vez una persona abordó a Diógenes sobre el hecho de que caminara tanto, pues "ahora que estás ya llegando a la meta, ¿no deberías ir más despacio, incluso descansar?", a lo que Diógenes le replicó: "Si tú estuvieras en el final de una carrera y tuvieras la meta ya muy cerca, ¿qué harías?[12]​ También se decía que sus últimas palabras fueron las siguientes: «Cuando me muera, echadme a los perros.El primero viene del lugar donde Antístenes, su maestro, fundó la escuela y solía enseñar la filosofía, que era el santuario y gimnasio de Cinosargo, cuyo nombre significaría kyon argos, es decir perro ágil o perro blanco.Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro.El rechazo cínico de las formas de civilización establecidas se extendía al ideal de paideia que llevaba a los jóvenes griegos a practicar la gimnasia, la música y la astronomía, entre otras disciplinas, para alcanzar la areté; Diógenes sostenía que, si se pusiera el mismo empeño en practicar las virtudes morales, el resultado sería mejor.
Diógenes (1882) por John William Waterhouse .
Diógenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860).
Diogenes buscando a un hombre, de G. B. C. Castiglione (ca. 1645 - 1655), en el Museo del Prado
Alejandro Magno visita a Diógenes en Corinto, por W. Matthews (1914).