La colonización antioqueña fue uno de los hechos culturales, económicos y sociales más influyentes en el desarrollo de la historia colombiana, en el cual se colonizaron diversos territorios habitados ubicados al occidente del país, principalmente al sur de Antioquia, así como en las áreas geográficas correspondientes a los actuales Caldas, Risaralda, Quindío, y parte del Tolima y Valle del Cauca; es uno de los capítulos destacados en la historia del país debido a las profundas consecuencias sociales y económicas que se produjeron en estas regiones.
El occidente colombiano, y particularmente Antioquia, durante la Colonia llamaba la atención por su aislamiento, atraso y pobreza (hasta el punto de que los viajeros que la visitaban la comparaban con las colonias de África).
En dicha zona, y a diferencia de otras regiones, no se creó una aristocracia parasitaria que viviera del trabajo aborigen; por no existir en su suelo grandes civilizaciones indígenas, y, sobre todo, porque los que fueron sometidos fueron asimilados, o bien, rápidamente sucumbieron ante las enfermedades traídas por los españoles, la institución de la encomienda no se desarrolló y pronto desapareció, con la consecuencia de que la agricultura tuvo que ser trabajada directamente por los españoles y sus descendientes, pues los esclavos fueron dedicados preferentemente a la minería.
Después de la primera fase de la colonización siguió un proceso autogenerado, consistente en que la parcela primeramente desmontada servía por un tiempo para albergar y dar empleo a la familia, pero luego, al crecer ésta, se tornaba insuficiente y algunos hijos se marchaban cada vez más hacia el Sur, para volverse a repetir así el proceso.
Durante la segunda mitad del siglo XIX fueron fundadas por los colonos un gran número de poblaciones.
La forma como fueron aprovechados esos territorios no favoreció la formación de la gran propiedad territorial.
La colonización era llevada a cabo, primordialmente, por familias que no tenían la capacidad para pagar mano de obra, sino que, más bien, utilizaban la mano de obra familiar para explotar las tierras colonizadas.
Esto dio origen a un nuevo tipo de sociedad en el occidente colombiano: mientras que, en el resto del país, el latifundio era la forma de propiedad más importante, en las zonas colonizadas predominaba la mediana propiedad campesina y familiar.
Este evento fue llevado a cabo por un grupo de familias vallecaucanas en memoria del antiguo Cartago, que había existido en esa zona geográfica desde 1540, tres siglos atrás de esta fundación.
Salento fue fundado en 1842, Filandia en 1878, Calarcá en 1886, Armenia en 1889, Circasia en 1884, Montenegro en 1892, Sevilla en 1903, Caicedonia en 1905 y La Tebaida en 1916.
En ese trayecto fueron fundadas varias ciudades más, entre ellas Fresno (1856), Manzanares (1864), Líbano (1866), Murillo (1872), Santa Isabel (1893) y Anzoategui (1895).
En los municipios especialmente alejados de la vertiente del Río Cauca, como El Águila, Versalles, Ulloa, Alcalá, Sevilla y Caicedonia, el acento predominante es la mezcla de Vallecaucano y paisa, mientras que, en los municipios nortevallecaucanos más próximos al río, su acento es vallecaucano.