Sin duda, mantuvo la relación con su madre, pues ambas familias se frecuentaron por varios años.
Así, pasó a ser adoptado por su tía paterna, Petra Gómez Castrillón (n. Guayaquil, 1829 — m. Guayaquil,1880), casada con el coronel Antonino Torres.
Siendo hijos de este enlace: Sus nietos fueron los Torres-Bueno, Martínez-Torres, Torres-Vera, Granja-Torres,Camino-Torres y Torres-Aguilar.
El mismo era editado en la Imprenta Comercial, talleres propios ubicados en la calle Orellana número cuatro.
Su formato fue mediano, a cuatro planas, con tres columnas.A través del Diario, puso al servicio de muchos su espíritu filantrópico.
En 1891, Manuel J. Calle llegará indigente a Guayaquil, y Torres lo pone bajo su protección, incluyéndolo en la nómina del Diario de Avisos, en donde llegaría a ganar hasta 40 sucres al mes, cifra importante para entonces.
Carbo se entendió en la distribución y venta a nivel nacional pues siempre había sido un excelente comerciante.
Los ejemplares se agotaron casi enseguida y hoy constituyen rarezas bibliográficas.
Enterado Vega de la revancha liberal sobre Cuenca, deja a media lucha Riobamba y regresa al Azuay, dejando extrañados a los liberales por este error, pues, de haber tomado a Riobamba, era seguro que caía Quito y se habría terminado el dominio liberal.
Este error táctico fue aprovechado por Eloy Alfaro, quien toma el camino hacia Riobamba, a donde llegó escoltado por Rafael Arellano, Emilio María Terán, Leonidas Plaza y Julio Andrade.
Al poco tiempo, llegan refuerzos desde Guayaquil a las órdenes del General Francisco Morales.
Alfaro podía decir que dominaba en la Provincia del Chimborazo; pero no por ello las guerrillas conservadoras dirigidas por Folleco, Donoso y otros, entre los que se contaba el joven Gabriel García del Alcázar, hijo de Gabriel García Moreno, dejaron de hostilizarlo.
Por el lado liberal se lamentó la pérdida del doctor Luis Malo Valdivieso y cayeron prisioneros los coroneles José Félix Valdivieso, José Peralta, Belisario Torres y León Vallés Franco.
Leonidas Plaza contraatacó el 15 y ocupó Píllaro que había sido evacuada por Folleco.
Cuenca se mantenía en manos “azules” y era el último obstáculo para la completa pacificación de la República.
Para tal finalidad debió trasladarse a Quito con su familia, para lo cual arrendó un inmueble en el casco céntrico de la ciudad, que era la segunda casa entre las calles Salvador y Paredes.
Mientras Belisario Torres esperaba noticias que posibilitaran una "reconciliación" del Liberalismo, se le dio a Andrade la consigna que esto no le impidiera seguir con los movimientos del ejército.
Jorge Pérez Concha relata que, «Belisario Torres... había recibido informaciones enviadas desde Guayaquil por el señor General Don Flavio E. Alfaro, como Director Supremo de la Guerra, según las que, entre las fuerzas constitucionales, estaban los batallones Ayacucho y Pichincha, dispuestos a incorporarse en las filas revolucionarias», lo que habría dado un exceso de confianza al coronel.
Finalmente, se tomaron armas, municiones y 300 prisioneros, entre ellos, al Jefe de la División, don Belisario Torres.
Como ya se tenía conocimiento de la actitud plenamente hostil que en todos los pueblos de tránsito se manifestaba, el Gobierno y la Policía dictaron aparentes medidas para evitar que en la capital se ofendiese a los detenidos de alguna forma, más, como sabemos, esto no fue más que un ardid formal para encubrir la conducta bárbara que el odio enfermizo de los detentadores del Poder en Quito tenían hacia el "Viejo Luchador".
En aquella época, "El Comercio", diario principal de la capital, era mantenido por el Gobierno; así que no faltó la oportuna noticia que "acomodara" los acontecimientos: Y no podía ser de otra forma, pues desde sus páginas se venía fraguando el asesinato de Alfaro y todos sus lugartenientes.