Los antisépticos (del griego anti, contra, y sépticos, putrefactivo) son sustancias antimicrobianas que se aplican a un tejido vivo o sobre la piel para reducir la posibilidad de infección, sepsis o putrefacción.Deben distinguirse de los antibióticos, que destruyen microorganismos en el cuerpo, y de los desinfectantes, que destruyen microorganismos existentes en objetos no vivos.Algunos antisépticos son auténticos germicidas, capaces de destruir microbios (bactericidas), mientras que otros son bacteriostáticos y solamente previenen o inhiben su crecimiento.Entre las características más comunes de los antisépticos (y desinfectantes) se encuentran:[1] Para que sea posible el desarrollo de las bacterias debe haber cierta provisión de alimento, humedad, en muchos casos oxígeno, y una temperatura mínima (véase bacteriología).En las primeras investigaciones un punto fundamental era la prevención de la putrefacción, y las investigaciones se dirigían a determinar qué cantidad de un agente debía añadirse a una solución dada para que las bacterias presentes accidentalmente no prosperaran.