[3] Internamente, el anarcosindicalismo promueve que los sindicatos se organicen basándose en los principios del asamblearismo, federalismo, apoyo mutuo e internacionalismo.
Además, se rechaza la participación en todas aquellas estructuras políticas y sociales que no sean afines al asamblearismo, promoviendo alternativas horizontales a las mismas.
En esta última se suele poner mucho énfasis, para garantizar la independencia del sindicato frente a poderes externos que pudieran perjudicarlo.
Por ejemplo, en España la Confederación General del Trabajo o CGT es una federación de sindicatos que se considera anarcosindicalista y que aplica buena parte de los principios del anarcosindicalismo (federalismo, asamblearismo, apoyo mutuo, etc.) pero recibe subvenciones del Estado[4] y participa en las elecciones sindicales, motivo por el cual ciertos colectivos consideran que no se le puede calificar de organización anarcosindicalista.
Actualmente, el anarcosindicalismo tiene un carácter minoritario aunque siempre potencialmente significativo y extendido por los cinco continentes, siendo la organización que más lo impulsa la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), organización fundada en Berlín en 1922 y que pretende ser la continuadora de la Primera Internacional.
Enfrentados a la represión continua, algunos anarquistas adoptaron la estrategia sindicalista para despertar el espíritu revolucionario;[6] Los anarcosindicalistas contemplaban el movimiento sindical al mismo tiempo como un medio para organizar al proletariado para la revolución, y un armazón alrededor del cual se podía construir la subsiguiente sociedad.
Sería más adelante cuando se daría el paso definitivo de enlazar, directa e inequívocamente, el sindicalismo y el anarquismo como una única cosa.
En la línea del anarquismo sin adjetivos, planteaban también que la acción económica directa contra la patronal era lo único importante, y que las distintas tendencias políticas y filosóficas de los trabajadores podían desarrollarse al margen del sindicato.
Si bien comenzó siendo pequeña, creció rápidamente debido sobre todo a su actividad durante la Huelga General en España de 1917.
Una de las grandes dificultades a las que se ha enfrentado históricamente el anarcosindicalismo ha sido sus divisiones internas.
Estos trentistas, más inclinados a defender un sindicalismo "puro" (es decir, no influidos por las ideas y prácticas anarquistas), contaron con poco respaldo en general dentro de la organización sindical, por lo que se escindieron formando los llamados "Sindicatos de oposición" (con cierta influencia del partido marxista BOC).
Los sucesos de Casas Viejas firmaron la ruptura definitiva entre el gobierno republicano y la CNT, aunque un número considerable de sus militantes terminarían votando al Frente Popular en 1936 debido a la represión llevada a cabo por la derecha.
Por otro lado, hay otras organizaciones que se reivindican anarcosindicalistas como la CGT (escisión de la CNT-AIT) o la Confederación Sindical Solidaridad Obrera (escisión de CGT), organizaciones que sí aceptan el modelo sindical oficial, aunque con vistas a superarlo.
En la región argentina, recupera implantación la histórica Federación Obrera Regional Argentina (FORA-AIT) que siempre ha reivindicado una línea muy particular dentro del anarquismo y su inserción en el mundo laboral, al apostar por las sociedades de resistencia, considerando que dichas sociedades deben estar compuestas por trabajadores más allá de su ideología.
Los máximos defensores de esta corriente surgieron en la FORA argentina, por lo que esta conceptualización del anarcosindicalismo se conoció como forismo.
Federica Montseny, cenetista catalana, fue la primera mujer en la historia española que fue ministra del gobierno.