La alfarería balear (España), por su estratégico emplazamiento insular en el Mediterráneo, ha sido desde la antigüedad, como anotó Rosselló Bordoy y cita Natacha Seseña, un crisol de culturas sintetizado en su diversidad cerámica.El tesoro alfarero balear tuvo sus primeros modelos en piezas fenicias y griegas comunes a toda la cultura mediterránea.[1] En cada taller, siguiendo el modelo tradicional gremial, se diferenciaban el mestre, los fadrins (alfareros expertos) y los mossos o aprendices.[6] Signos urbanos de la actividad alfarera en la capital mallorquina son la calle Alfarería en el Barrio de Levante que tuvo talleres desde el siglo XVI, y en el que en 1786 se censaban cuarenta y tres obradores.[11][8] Desaparecidos durante el siglo XX, funcionaron alfares en las localidades de Artá, Campanet, Felanich, Llubí, Manacor Petra y Sinéu.