Los yacimientos fueron estudiados a principios del siglo XX por los arqueólogos Henri Brehuil y Juan Cabré, que realizaron la catalogación de los mismos.
El camino de acceso está en buen estado y los esfuerzos por su mejora han sido importantes en los últimos años.
Podemos tomar dos opciones, siguiendo la vereda de la derecha, que nos llevará a las Calderetas (pozos naturales formados por la erosión del agua en la piedra) y desde donde podremos observar la caída desde el mismo pie del chorro.
Rodeados de jaras y encinas surgirá ante nuestra vista un barranco adornado por escarpados farallones de roca y nuestros oídos enseguida descubrirán el trueno creado por la violencia del agua al caer.
Dependiendo de la época del año en el que nos encontremos, la cascada caerá con más o menos intensidad.
Si queremos ver la zona en todo su esplendor, siempre es recomendable venir cuando hemos tenido una o dos semanas de lluvia intensa.
Pasaremos un molino abandonado cuyas gigantescas ruedas de arenisca están desperdigadas camino abajo.
Respecto a este punto se recomienda siempre seguir las lógicas precauciones que se deben tener al bañarse en los ríos: existen remolinos, piedras ocultas por la oscuridad de las aguas a pocos centímetros de la superficie y zonas muy profundas.
Son famosas ya sus Jornadas Gastronómicas, que tienen lugar todos los años en el mes de mayo.