Con las reformas borbónicas, en el siglo XVIII, los antiguos corregimientos (también llamadas provincias) se transformaron en partidos o subdelegaciones.
En Castilla existieron los corregimientos hasta 1835, año en el que la administración municipal se reorganizó bajo la reina Isabel II.
[3] En Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana,[4] territorios antes bajo la antigua Corona de Aragón, el corregimiento (catalán: Corregiment) sustituyó tras los decretos de Nueva Planta a las veguerías y sobrecollidas, antiguas divisiones administrativas del reino.
[7] Esta institución llegó a ser muy odiada entre los americanos por la fuerte corrupción que poseían.
Aquello impulsó a varios corregidores a que extrajeran la mayor cantidad posible de excedentes económicos de las economías locales, para así compensar las perdidas que generaba su oficio.
Aquello se hizo mayormente a través del Repartimiento de mercancías.
[8] Finalmente, durante las Reformas borbónicas, se les reemplazaría con el Intendente, mucho más controlados por la Corona.