Por último, Esturmio indicó un lugar que satisfacía todas las exigencias de Bonifacio y se llamaba entonces Eihloha.Rabano Mauro contaba apenas 26 años cuando se puso al frente de esta escuela, y ya su renombre atrajo a ella tal afluencia de alumnos que no siempre podían admitirse todos.Dictaban unos y otros copiaban, ya fueran comentarios sobre los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, ya traduciendo o interpretando la Biblia; otros se consagraban a procurar la más fácil inteligencia del libro santo para la comparación de los pasajes paralelos.No todos moraban en el convento: los que cultivaban la tierra, vivían generalmente fuera en determinadas localidades.A estas, que desde su origen constaban de una celdilla y un pequeño jardín, fueron acudiendo otros labradores; cultivábanse terrenos bastantes extensos, roturáronse los bosques y poco a poco se fueron edificando en derredor de Fulda muchas poblaciones, cuyos principios no habían sido otros que las celdas de los religiosos, como indican aun hoy sus nombres.Pero la influencia moral y religiosa del convento se extendía aún más allá de sus posesiones.Bajo la dirección enérgica Rabano Mauro (822-842), la congregación, con alrededor de 600 monjes, se impuso como el centro científico del Occidente cristiano.Por donación de nobles francos, la abadía obtuvo nuevas tierras hasta el valle del Main.La abadía y la congregación obtuvieron en 1019 del emperador del Santo Imperio Enrique II el derecho de tener fuero, acuñar moneda y gozar de subvención ("octroi"); Fulda es mencionada además por vez primera como «villa» (Civitas) en 1114.