Ángel Rama

[4]​ Cursó la primaria en la Escuela Alemania, y los estudios secundarios en el Liceo Dámaso Antonio Larrañaga, de donde egresó en 1942.

Pero los intereses de Rama eran otros, y no tardó en iniciarse en novelistas europeos, especialmente franceses, pero también latinoamericanos.

[4]​[5]​ Entre 1942 y 1946 incursionó en diferentes ocupaciones, estudiando primero en la Escuela de Arte Dramático del Sodre, llegando a actuar dirigido por Margarita Xirgu, y más tarde en el Bachilerato de Abogacía del Instituto Alfredo Vásquez Acevedo, terminando al año siguiente.

No fue hasta 1945 cuando comenzó a dedicarse profesionalmente a la literatura, primero como traductor de la agencia France-Presse y más tarde como director de la sección literaria y cultural del diario El País durante un año.

Asimismo, fue alumno de intelectuales como Gervasio Guillot Muñoz y el exiliado español José Bergamín, a quien Rama consideró el maestro de lo que más tarde llamó «Generación crítica», y que Emir Rodríguez Monegal denominó también Generación del 45.

Durante el viaje aprovechó para recorrer los Países Bajos, Alemania, Suiza e Italia.

De regreso en Uruguay, retomó sus actividades habituales como docente, crítico y conferencista.

[4]​ En 1958 obtuvo un Premio Municipal con el libro de cuentos Desde esta orilla, que sin embargo nunca llegó a editarse.

Es así que le dio espacio a críticos, ensayistas, poetas y narradores de una diversidad de países, como Brasil (Carlos Drummond de Andrade), Argentina (Ernesto Sabato, César Fernández Moreno, David Viñas, Noé Jitrik), Chile (Ricardo Latcham, José Donoso), Perú (José María Arguedas, Sebastián Salazar Bondy, José Miguel Oviedo, Mario Vargas Llosa), Cuba (Guillermo Cabrera Infante, Roberto Fernández Retamar) y España (Blas de Otero, Juan Goytisolo) entre muchos otros.

[5]​[8]​ Es durante estos años que Rama desarrolló la mayor actividad previa a su exilio en la década siguiente: tras dejar su cargo docente en el Liceo Francés, en 1962 fundó junto con Carlos Díaz y su hermano Germán la editorial Arca, el proyecto editorial más importante de los que emprendió en su país, desde donde continuó su labor de divulgador tanto de autores uruguayos como latinoamericanos, de todas las épocas, incluyendo a autores para entonces apenas conocidos como Gabriel Garcia Márquez y Reinaldo Arenas.

Con su matrimonio desgastado, en 1969 se divorció de Ida Vitale e inició una relación con la escritora y artista plástica argentino-colombiana Marta Traba.

Sin embargo, paralelamente la situación política de América Latina comenzó a deteriorarse.

Cada entrega fue acompañada de un prólogo a cargo de un especialista e incluía además una cronología y una bibliografía sugerida para profundizar en el tema o el autor abordado.Por entonces Rama empezó a llevar un Diario, en el que, con largos intervalos marcados por sus compromisos de trabajo, registró la experiencia del exilio, y que sería publicado póstumamente.

[5]​ En los años siguientes se volcó al estudio de autores venezolanos, a partir de lo cual escribió tres ensayos dedicados a Salvador Garmendia, Rufino Blanco Fombona y José Antonio Ramos Sucre.

Panoramas 1920 - 1980, selección de prólogos, artículos y ponencias en los que aborda la novelística latinoamericana.

[4]​[5]​ Como crítico, Rama incorporó una serie de conceptos y teorías de diversas disciplinas (antropología, sociología, crítica sociocultural) que permitieran situar la obra literaria en su contexto social y cultural, lo que a menudo le valió que calificaran su crítica de «sociológica» o demasiado «politizada».

Rama empezó a trabajar el concepto en un artículo de 1971, en donde, como nos explica el crítico David Soldevilla, se contempla a "la transculturacion narrativa como una alternativa al regionalismo,"[14]​ Como sigue explicándonos Soldevilla, el planteamiento de Rama gira en torno a una "'plasticidad cultural' que permite integrar" tanto "las tradiciones" como "las novedades.

Dedicó una serie de artículos a escritores soviéticos disidentes con la estética oficial del realismo socialista; uno de ellos, «Ehrenburg o el arte de sobrevivir», publicado en 1963, produjo una réplica desde el Partido Comunista en torno a la relación entre el arte y la sociedad, tema al que Rama le dedicó un curso ese año.

[4]​ Este antidogmatismo y su defensa de la libertad creativa marcó también su relación con la Revolución cubana.

Antes de esta ruptura, sin embargo, tuvo lugar la que quizás sea su polémica más famosa, con Emir Rodríguez Monegal.

Rama sostenía que la «negritud» se planteaba como una operación cultural destinada a fundar una nación negro-africana que integrara a millares de hombres desperdigados por el mundo, en una suerte de internacionalismo anticolonialista, haciendo hincapié en el eje de nación antes que en el de clases sociales o doctrinas concretas; mientras que Barreto, más vinculado al marxismo ortodoxo, consideraba a categorías como «nación», «cultura» o «raza» como elementos de la ideología destinados a enmascarar la realidad social, y a Senghor como un antirrevolucionario.