Obra bastante breve en extensión (alrededor de 70 páginas) pero muy compleja, el Tractatus dio lugar a numerosas interpretaciones.
La obra se compone de siete aforismos principales, ordenados del menos al más importante.
Podríamos entonces considerar el plan del libro como articulándose alrededor de la distinción parte escrita/parte no-escrita.
Para darle su importancia real a lo indecible, hace falta comprenderlo como tal y no tratar de comunicarlo por medio del lenguaje.
El Tractatus empieza con una serie de aforismos sobre la ontología, pero ya que dichas proposiciones no se presentan como tesis, hablar de una "ontología" wittgensteniana no sería del todo adecuado desde la perspectiva del autor.
Cuando Wittgenstein lleva al extremo este pensamiento aparece su rasgo filosófico: el mundo actual y existente es una concatenación o articulación de objetos posible entre muchas otras.
Vistas las cosas bajo esa óptica errónea siempre cabría la pregunta "¿qué relaciona los elementos a, R y b?, ¿No ese el verdadero elemento último que nos interesa, tal como antes aparecía R en la demostración de la insuficiencia de la fórmula ' ab '?"
La primera interpretación, que proviene del interés inicial en el libro, supone en efecto ciertas dificultades.
Si dichos signos tuvieran un correlato en el mundo, las dos proposiciones no representarían la misma cosa.
[11] Sin embargo para Wittgenstein las proposiciones "Pa" y "¬¬Pa" sí tienen el mismo contenido de representación.
No existe más que un estado de cosas, del cual estas proposiciones afirman o niegan la realización.
Si conocemos un objeto, sabemos en qué estados de cosas puede aparecer y en cuáles no.
Estos ejemplos no son sin embargo literalmente los particulares tal como los entiende Wittgenstein.
Dado que el objeto es simple y los estados de cosas mutuamente independientes,[12] los particulares no pueden corresponder sino a elementos precisos.
Lo mismo ocurre con los puntos situados en el tiempo; todo lo espacio-temporal no puede ser entonces un particular wittgensteiniano.
Una ilustración sencilla de esta idea puede darse al pensar en una fotografía o en un mapa topográfico.
Esencialmente imagen, al lenguaje únicamente se le puede considerar entonces con respecto a la proposición (4.001).
En contraste, el último Wittgenstein se interesa mucho más por la práctica lingüística abandonando de esa forma la concepción "representacionalista" del Tractatus.
Habría cierta desconfianza para con el lenguaje compartida por ambos, pero la postura de Wittgenstein es sin embargo más compleja.
Distingue entre tres tipos de enunciados: Únicamente la primera categoría incluye "proposiciones" estrictamente hablando.
Para el Wittgenstein del Tractatus las proposiciones sensatas obedecen a un criterio de verificabilidad.
Reutiliza palabras del idioma ordinario sin reasignarles un significado que convenga a su nuevo contexto de uso.
A diferencia de la ciencia que produce teorías, la filosofía se presenta como una actividad.
Esta actividad de crítica no ocurre sin embargo en todos los usos del lenguaje.
- Como todo está ahí, ofrecido a la vista, no hay nada que explicar" (§126).
Los filósofos hacen un uso inapropiado del lenguaje, enuncian proposiciones insensatas y utilizan términos sin referentes.
(La palabra “filosofía” ha de significar algo que está por arriba o por debajo, pero no junto a las ciencias naturales).
Dada la ausencia explícita del asunto ético en el Tractatus y lo críptico de muchas de las observaciones, es quizás más apropiado limitarse a consignar las palabras del propio Wittgenstein en el prefacio: "todo lo que puede ser expresado en absoluto puede ser expresado claramente, y sobre aquello que no puede ser expresado debemos guardar silencio".
[22] El Tractatus debía resolver definitivamente los problemas de los cuales trataba y terminar relegando la filosofía.
Sin embargo, el prefacio de Russell se imprimió en las ediciones posteriores del Tractatus, tanto en inglés como en otros idiomas.