Es también el primer diccionario de este tipo publicado en Europa para una lengua vulgar.[3] Por ello, a diferencia de lo que sucede en la lexicografía moderna, que considera que el diccionario debe recoger únicamente informaciones lingüísticas, es decir, definir los sentidos de la palabra y no enumerar características del referente u objeto real, el Tesoro proporciona abundantes informaciones de tipo enciclopédico y no estrictamente lingüístico.Además, el Tesoro, como era habitual en la época, recoge también nombres propios (antropónimos, topónimos, orónimos, etc.), de los que proporciona abundantes datos.La macroestructura (organización del léxico recogido en el diccionario) consta de unas 11.000 entradas.En él fue incorporando nuevas voces o ampliando los artículos ya incluidos en la obra.), aunque también el Diccionario latino-español (Lexicon hoc est dictionarium ex sermone latino in hispaniensem, 1492).Asimismo recurrió a menudo al Diccionario latino del italiano Ambrosio Calepino.Parece que el éxito de la obra en su tiempo no debió ser muy grande, dado que no se hizo otra edición hasta 1674, cuando el sacerdote Benito Remigio Noydens lo publicó de nuevo con unas Adiciones.Según Fernando Lázaro Carreter, «la Academia estudió, usó ampliamente y veneró el diccionario de Covarrubias».