Sus primeras actuaciones tuvieron como marco su tierra natal, cuando cantaba, acompañada de su guitarra, canciones suyas, en fiestas familiares.
Su ingreso en las aulas coincidió con una huelga general realizada en Cuba en 1958 contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Poco después de aquellos sucesos y por la incomprensión de sus intereses artísticos en el medio predominante en Santa Clara, por entonces caracterizado por un pensamiento y una proyección profundamente conservadores, Teresita optó por emigrar hacia la capital cubana.
Luego empezó a tener un espacio propio en La Rampa, en el pequeño club Coctel ubicado en 23 y N, un sitio cuyo nombre permanecería asociado para siempre al suyo, aún después de que ella tomara otros rumbos.
Al decir de Marta Valdés, allí acudían los jóvenes pues las canciones versaban principalmente sobre la realidad.
Teresita tendió la mano, desde el club Coctel, a un trovador trashumante: Silvio Rodríguez, un joven desconocido todavía que no encontraba un sitio fijo para entregar sus canciones justo al comienzo de una nueva era en la canción cubana.
La amistad duradera entre ambos trovadores ha ofrecido frutos en las múltiples ocasiones en que han tenido la oportunidad de coincidir sobre los escenarios.
Entre muchos nombres importantes que desfilaron por la peña, cabe mencionar los de Alicia Alonso, Antonio Gades, Onelio Jorge Cardoso, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Marta Valdés, Francisco Garzón Céspedes, Tania Libertad, Tony Sariego y Dany Rivera, entre otros.
Desde 1988, Teresita se ha presentado en diversos escenarios internacionales entre los que se destacan sus actuaciones en la Jornada Dariana en Nicaragua y en el II Festival Iberoamericano de Narración Oral y Escénica de Monterrey, México, en el que obtuvo el Premio Chamán.
A lo largo de su extraordinaria carrera ha obtenido innumerables reconocimientos: Posee una extensa obra para adultos, desconocida por muchos, que incluye boleros, poemas musicales, villancicos, habaneras y canciones.