Este hecho, del cual no escaparon, dada su condición nómada, otras de las primeras villas fundadas por los españoles en Cuba (Camagüey y La Habana, por ejemplo), encontraría en Remedios una férrea resistencia a pesar de la quema casi total del villorrio.
El hecho tuvo lugar a orillas del río de la Sabana, hoy Bélico, a pocos metros del parque El Carmen, donde un monumento conmemorativo se levanta, desde 1951, alrededor de un tamarindo, heredero, según se cuenta, de aquel que viera a su sombra oficiar la misa fundacional del asentamiento.
Ciento treinta y ocho de ellos pertenecían a dos grandes familias que ya vivían en la zona y eran por lo tanto, los propietarios de la tierra junto al lugar elegido para la nueva ciudad.
Después se construyó una iglesia cerca del árbol para conmemorar el suceso.
Ya entrado el siglo XVIII, Santa Clara daba muestras de un crecimiento económico mayor que su villa progenitora.
Todos estos factores propiciaron que tuviera un papel activo en los principales acontecimientos políticos acecidos en la Isla.
En acto de patriotismo, el Cabildo le declara la guerra a la metrópoli intrusa.
Se mencionan como conspiradores a los sacerdotes Manuel Antonio Balmaseda y Antonio Abad Anido; y en 1825 en la Junta Promotora por la libertad cubana, constituida en México, Santa Clara estuvo representada por Tomás González, de quien se posee poca referencia histórica.
Se recuerdan los trajines conspirativos del poeta Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) a su paso por esta ciudad, donde se relacionó con personalidades como Miguel Gerónimo Gutiérrez, Luis Eduardo del Cristo y Juan Bautista Martínez, entre otros.
Hacia 1867 surge la Junta Revolucionaria de Santa Clara presidida por Miguel Gerónimo Gutiérrez e integrada por Eduardo Machado, Antonio Lorda, Arcadio Díaz, Tranquilino Valdés y Juan Nicolás del Cristo.
A partir de ese momento se gestó un movimiento conspirativo para el alzamiento.
A raíz de su muerte se reorganizó la Junta Revolucionaria, presidida por Manuel García Garófalo; no obstante, la contienda languideció.
Al finalizar la lucha y con la nueva división administrativa del gobierno colonial, Santa Clara se convirtió en la capital de la provincia del mismo nombre, y ocupaba aproximadamente los territorios de Las Villas.
Con esta condición, la ciudad floreció y devino centro importante de referencia cultural en el país.
Marta soñaba que Santa Clara se convertiría en la capital del país.
El intrépido coronel Leoncio Vidal pierde la vida frente a la plaza que hoy lleva su nombre.
Este binomio autoral le dio a Santa Clara un himno que pasado el tiempo se fue olvidando.
A Villa Clara pueblo dichoso Nuestros cantos de amor entonemos Su bello nombre glorifiquemos Su ameno campo, su cielo hermoso.