Es en este templo donde, en el año 63 a. C., Cicerón pronuncia ante el Senado el cuarto discurso de las Catilinarias.
Para celebrar la pacificación entre patricios y plebeyos tras la aprobación de las leyes Licinias en 367 a. C.,[12]·[13] el Senado ordena la construcción del templo en honor de la Concordia que Marco Furio Camilo había prometido si la paz se restablecía.
El pueblo habría liberado a Camilo de su voto y decidió al día siguiente construir el templo en su nombre[5]·.
[17] Recientes excavaciones arqueológicas han permitido sacar a la luz los restos del siglo IV a. C.[15]·[18] pero parece poco probable que el templo fuera construido en aquella época, la práctica consistente en deificar virtudes abstractas no apareció más que a finales de este mismo siglo.
En 304 a. C., el edil curul Cneo Flavio hizo erigir un altar en bronce dedicado a la Concordia junto al Comitium, no lejos del lugar donde más tarde se construyó el templo que lo reemplazó[20]·[21].
[22] Sin embargo, parece haber una confusión con otro templo dedicado a la Concordia construido no lejos de allí, en el Arx (in arce)[23].
Es probable que el templo de Lucio Opimio fuese el primero erigido en este lugar, dado que no se hace ninguna mención a un templo preexistente por los autores antiguos o en las inscripciones, lo cual es generalmente el caso en este supuesto, puesto que el dies natalis de un templo se modifica[19].
La emperatriz Livia, esposa de Augusto y madre de Tiberio, parece haber tenido igualmente un papel importante en esta nueva dedicatoria, y más específicamente en la elaboración del constitutum del nuevo templo en el 7 a. C.[36], haciendo elevar en el lugar del templo un altar para proceder a un sacrificio inaugural[37].
[39] Puede que fuese restaurado por última vez tras el incendio de 284 como indicaría una inscripción en el arquitrabe, hoy en día desaparecida, vista por un peregrino durante su visita a Roma y consignada en un documento llamado Itinerario de Einsiedeln[8].
El templo estaba aún al menos parcialmente en pie a principios del siglo VIII pero ya mostraba signos de fragilidad y amenazaba con derrumbarse durante el pontificado de Adriano I, entre 772 y 795.
Toda la parte noreste del edificio está hoy en día cubierta por la escalera moderna que permite el acceso al Capitolio.
En origen, el templo debió ser de orden jónico[21] y forma rectangular tradicional de dimensiones modestas con columnas en tres lados según una forma períptera sine postico[6].
La cumbre del frontón está decorada con un grupo de tres estatuas que podrían identificarse con la tríada capitolina compuesta por Júpiter, Juno y Minerva.
Revela una decoración rica en motivos vegetales (hojas de acanto), con dentículos y modillones.
El nicho del centro del muro opuesto a la entrada, más ancho que los otros, debió contener una gran estatua representando a la Concordia[28] sentada sobre un trono y sosteniendo un cuerno de la abundancia (cornucopia) y una pátera[53].