Sonata para violín n.º 6 (Beethoven)

[3]​ Ese fue un año muy positivo para Beethoven tanto desde el punto de vista privado como profesional.

Si su ocupación fuera otra su pérdida de audición podría ser aceptable, pero como músico era devastadora.

Cuando se sentaba más lejos no podía oír las notas agudas de los instrumentos.

También tenía dificultades para seguir una conversación, ya que no podía oír las palabras pronunciadas en voz baja.

[2]​ Además de estas piezas, compuso numerosas obras en los años siguientes: las tres sonatas para piano Op.

30 de la siguiente manera: "Actualmente tenemos tres Sonatas para piano y violín, que le enviaremos si así lo desean".

Sin embargo, la editorial de Leipzig no mostró interés alguno, por lo que las sonatas fueron publicadas por el Bureau des Arts et d'Industrie vienés.

Posiblemente debido a que no presenta la fuerza dramática de sus hermanas, la sonata en la mayor es la menos interpretada del conjunto Op.

[1]​ La predilección de Beethoven por la variación y el desarrollo son evidentes desde la apertura, donde la repetición del primer tema líquido dura cuatro compases más que el original.

Una sensación de relajación impregna el resto del movimiento cuando empieza el desarrollo con la tónica pasando a la subdominante, re mayor, y realiza una serena transición hacia una recapitulación que llega sin fanfarria.

El predominio del pedal de la natural en la coda equilibra el poco tiempo dedicado a la tónica en la exposición.

El primer episodio B está en la tonalidad relativa menor y es una extensión del tema propiamente dicho.

[3]​ Para Max Rostal esta pieza figura "entre las cosas más bellas y conmovedoras que se han expresado en música (...) el final del movimiento iguala al Beethoven maduro en su éxtasis".

Beethoven en 1801, por Carl Riedel .
Alejandro I de Rusia, dedicatario de las piezas.