En cuanto a la participación del clavecín como bajo continuo en las sinfonías de Haydn existen diversas opiniones entre los estudiosos: James Webster se sitúa en contra;[6] Hartmut Haenchen a favor;[7] Jamie James en su artículo para The New York Times presenta diferentes posiciones por parte de Roy Goodman, Christopher Hogwood, H. C. Robbins Landon y James Webster.
No obstante, existen grabaciones con clavecín en el bajo continuo realizadas por: Trevor Pinnock (Sturm und Drang Symphonies, Archiv, 1989-1990); Nikolaus Harnoncourt (n.º 6–8, Das Alte Werk, 1990); Sigiswald Kuijken (incluidas las Sinfonías de París y Londres; Virgin, 1988-1995); Roy Goodman (Ej.
La hipótesis es que esta obra podría ser una reacción a las posibles objeciones de la corte Esterházy al dramatismo de Haydn en su uso del estilo Sturm und Drang en piezas escritas también en este periodo, como las Sinfonías n.º 52, n.º 54 y n.º 56.
Haydn, que ya era un compositor magistral, se esforzaba por crear algo nuevo y emocionante en cada obra.
El segundo movimiento, Adagio, ma semplicemente, está en si bemol mayor y en compás de 2/4.
Aunque no es demasiado temático, el elegante estilo utilizado aquí es precursor de obras posteriores más maduras.
[5] Durante este periodo, Haydn a menudo batalló con el movimiento del minueto.
Aunque poseía la destreza para elaborar siempre una obra bien construida, procuraba también lograr algo más interesante, ya fuera desde el punto de vista armónico, melódico o formal, como ocurre en la Sinfonía n.º 46.
Por desgracia, esta obra pertenece al tipo de minueto y trío bien elaborados pero bastante típicos.
Como Haydn era un maestro artesano, no cabe duda de que este Finale está bien confeccionado.