En definitiva, sentó un precedente de cara al futuro, como acabaría ocurriendo más tarde con los shogunatos Ashikaga y Tokugawa.
Las provincias japonesas se convertirían en entidades semi-autónomas bajo el orden de nuevos protectores llamados shugo (守護, 'shugo'?
A finales del siglo XIII hizo aparición una amenaza que nunca antes había acechado a Japón: Los mongoles, que en 1259 ya habían subyugado a Corea y para 1276 ya se habían hecho con el control total de toda China; Así pues, solo quedaba Japón fuera de sus dominios.
[2] A pesar del esfuerzo mongol, estos fueron repelidos exitosamente por el shoguanto, especialmente con la ayuda del kamikaze (o «Viento Divino»), un huracán que destruyó a la mayor parte de la flota mongola invasora.
[3] Pero el enorme gasto realizado en recursos militares y económicos para la defensa del territorio nipón también debilitó seriamente al régimen.
Un segundo intento fue realizado desde la Corte Imperial en 1331, bajo el reinado del Emperador Go-Daigo, y que en esta ocasión sí fue exitoso, particularmente al contar con el apoyo del general más poderoso de Kamakura, Ashikaga Takauji, que prefirió estar apoyando al Emperador.
[5] El shogunato Kamakura llegó a su fin en 1333 con la derrota y destrucción del clan Hōjō.