A partir de ese momento fueron abundantes las vocaciones a la Orden, y eran tantos los que querían seguir la espiritualidad de San Francisco, el Santo consideró que no todos los que querían seguirse podrían seguir la regla de la orden, y que muchos deberían mantenerse en su estado de vida, siguiendo esa misma espiritualidad, con modos adaptados a sus circunstancias personales y familiares.
Pero aparte de estos detalles históricos lo que Benedicto XV desea es mostrar cómo el espíritu de esta institución puede proporcionar "en esta época tan contraria a la virtud y a la fe", como en los tiempos de San Francisco grandes ventajas para el pueblo cristiano.
Sobre todo una vez que, tal como hizo León XIII, con su constitución Misericords Dei Filius, se han mitigado aquellos aspectos de su disciplina que resultaban poco adecuados para las circunstancias de las sociedad actual, pero se ha mantenido íntegramente su espíritu.
Por todo esto, afirma el papa: En primer lugar la caridad fraterna que San Francisco quiso para los terciarios, la hace especialmente útil para la sociedad, en estos momentos en que los rescoldos de la Gran Guerra, se mantienen y se reflejan en la lucha de clases.
Termina el papa la encíclica, concediendo tal como ha pedido los Ministros generales de las tres familias franciscanas, determinadas gracias que podrán obtenerse durante el año que se iniciará el siguiente 16 de abril: 1) En las iglesias donde esté erigida una Asociación de la Tercera Orden, se celebrará un triduo sagrado en el que los terciarios podrán obtener indulgencia plenaria cada uno de sos días, y una única indulgencia los demás fieles que participen en esta celebración; 2) los altares de esas mismas iglesias serán privilegiados y cada sacerdote podrá celebrar un misa votiva "pro re gravi et simul publica causa"; y 3. los sacerdotes asignados a esas iglesias podrán en esos días bendecir rosarios, medallas y objetos religiosos, aplicándole las indulgencias apostólicas.