Igualmente, tras el desastre del Columbia en 2003, no hubo más vuelos en los siguientes dos años.
Por último se usaría como transporte a la estación espacial que tenía planeada construir la NASA.
Sin embargo, la realidad era otra, ya que el presupuesto de la NASA disminuyó rápidamente.
Se descartó la misión a Marte, pero tanto la estación espacial como el transbordador todavía estaban en pie.
Sin mucho entusiasmo, la USAF asintió, no sin antes pedir un incremento significativo en la capacidad para permitirle lanzar sus satélites espías proyectados.
Para lograr lo anterior, el vehículo debería tener alas más grandes y pesadas.
Mientras todo esto sucedía, otras personas sugirieron un enfoque diferente: que la NASA utilizara el Saturno existente para lanzar la estación espacial, la cual sería mantenida por cápsulas Gemini modificadas que irían en cohetes Titán II-M, de la USAF.
Con el tema de la plausibilidad solucionado, la NASA se dedicó a obtener fondos para los cinco años que tardaría el desarrollo del proyecto, empresa que no resultó para nada fácil.
Sin embargo, los presupuestos debían ajustarse, lo cual llevó otra vez a la mesa de dibujo.
Se propusieron por lo menos cuatro soluciones, y se optó finalmente por la que contemplaba dos cohetes sólidos (en vez de uno grande), debido a menores costos de diseño (aspecto que estuvo permanentemente presente en el diseño del transbordador).
La misión comprendió un viaje a la Estación Espacial Internacional y pruebas de seguridad.
Una vez que los cohetes de combustible sólido han sido desechados, los tres motores principales del orbitador siguen quemando el combustible del tanque externo hasta aproximadamente los ocho minutos de vuelo.
Esto equivale a unos 3 G, es decir, más de 3 veces la fuerza ejercida por la tierra.
Una vez en esta instalación, es procesado y colocado en posición vertical para ser unido al orbitador.
Cuando entran en ignición todas las superficies expuestas reaccionan violentamente proveyendo el impulso necesario.
El propelente empleado en los boosters es perclorato de amonio y tiene una consistencia sólida; respecto al Tanque Externo, aquí sucede lo contrario ya que está dividido en dos tanques el superior contiene oxígeno líquido (LOX) y el segundo tanque contiene hidrógeno líquido (LH2) los cuales se mezclan en la cámara de combustión de los motores principales del transbordador espacial proveyendo la combustión.
La NASA utiliza cuatro tipos de propelentes: petróleo, criogénicos, hipergólicos y sólidos.
El petróleo es en realidad un tipo de kerosén similar al quemado en las lámparas y estufas.
A pesar de las dificultades que acarrean su almacenamiento, la combinación LOX-LH2 tiene una gran eficiencia.
La hidracina es un compuesto de nitrógeno e hidrógeno con un olor muy fuerte similar al amoníaco.
Debido a que ambos son altamente tóxicos, su manejo se realiza bajo condiciones de seguridad extrema.
La pista no es perfectamente plana, ya que tiene una pendiente de 61 cm desde la línea central hasta el borde.
Estos materiales pueden resistir algún daño dentro del tiempo de vuelo y deben ser inspeccionados, reparados o algunas veces reemplazados para la próxima misión.
Estos combustibles criogénicos son alimentados al tanque externo a través de estas conexiones desde la plataforma.
Ocho pernos, cuatro en cada base de los SRB sostienen al transbordador espacial sobre la plataforma lanzadora.
Las plataformas A y B del Complejo de Lanzamiento tienen un tamaño casi octogonal.
Es sistema también permite la rápida conexión de las líneas y su desconexión del vehículo.
Estas unidades están ubicadas a cada lado de la parte inferior del orbitador.
Para el momento en que los SRB entren en ignición, un torrente de agua cubre la plataforma lanzadora gracias a seis enormes toberas o rociadores fijados en su superficie.
Para evitar daños a los motores, seis preiniciadores de remoción están instalados en el mástil trasero.