Para los edificios sagrados fabrica la platería, como dice el monje Theophilo en su Diversarum Artum Schedula [Ensayo sobre diversas artes], obra que pertenece cuando menos al siglo XIII: Para el adorno de los palacios y otros edificios, la platería fabrica vasos, copas, candelabros, espejos, canastillas que se regalan a las novias, vajillas con piedras, cubiertos, mangos de cuchillos, fruteros, teleras, fuentes, jarrones y otros muchos objetos destinados al servicio de la mesa.
Las urnas, los tabernáculos y a veces los relicarios, reproducían generalmente las formas de las iglesias, siguiendo, por consiguiente, las evoluciones del arte matriz, la arquitectura.
Las figuras se acortaron, las formas un poco toscas se acercaron más a las proporciones humanas, y eso movimiento de contracción siguió efectuándose de tal modo que hacia el fin del siglo XV llegaron a ser completamente rechonchas.
Las figuras del estilo gótico, en el siglo XIII, tienen paños muy anchos, pliegues poco numerosos, pero afectando siempre algo el movimiento vertical.
Los plateros son hábiles escultores; reproducen las formas del humano con tanta facilidad y pureza como las de los vegetales.
A ellos y particularmente al gran platero florentino Benvenuto Cellini son debidos los progresos que en esta época hizo el arte del fundidor de bronce.
La platería demostró en el siglo XVIII la flexibilidad de su naturaleza plegándose a todos los caprichos del género llamado rocalla.
Nada hay regular en ellas: las formas son lo más anti-geométricas posibles; las líneas y las superñcies, ondulantes, contorneadas, indescriptibles.