Mediado el mes de abril, Farnesio seguía creyendo que Orange había fallecido como consecuencia del atentado contra su persona.
En carta al rey manifestaba su esperanza de que este hombre tan pernicioso fuese algún día castigado.
Se decía que se había quitado la vida con un cuchillo, pero Farnesio creía que había muerto en el potro de tortura sin confesar.
En cuanto a Salcedo, tras firmar una declaración sugerida por tres emisarios del duque de Anjou con promesas de perdón, fue enviado a Francia, para ser juzgado en París.
Como su padre era español y vasallo de Felipe II, él también se tenía por tal y se ofrecía a entregar a su majestad la ciudadela de Cambrai.
Ante la reina madre Salcedo declaró que todo era maldad y bellaquería que le habían hecho firmar tres criados del duque de Anjou con amenazas y promesas de perdón.
El 9 de noviembre de 1582, ya ajusticiado Salcedo, el embajador informaba en una nueva carta que Salcedo se había vuelto a retractar ante el rey cristianísimo en persona y que, entregado al parlamento, fue sometido de nuevo a tormento y en él dijo que firmaría lo que quisiesen.