Los romanos habrían confundido fácilmente su nombre extranjero con la palabra latina mens, ‘mente’, dado que uno de sus aspectos como diosa correspondía no solo a la guerra, sino también al intelecto.
En unos años pudo ayudar a su padre en la Gigantomaquia (guerra contra los Gigantes), donde se distinguió por su valentía.
Doce grandes dioses, elegidos como árbitros, decidieron que quien produjera la cosa más útil para la ciudad otorgaría su nombre.
En una ocasión se enfrentó a Aracne para comprobar cuál de las dos tejía más rápido.
Cuando Minerva vio la superioridad de Aracne, fue víctima de tantos celos que decidió convertirla en una araña (según cuenta Ovidio en Las metamorfosis), hecho por el que se conoce a Minerva como una diosa malévola.
Esta escena fue representada por Velázquez en su lienzo Las hilanderas, actualmente en el Museo del Prado (Madrid).
Suele llevar un casco en la cabeza, una pica en una mano, un escudo en la otra y la égida sobre el pecho.