Después de enviar algunas traducciones poéticas del Inglés a Ardengo Soffici, se puso en contacto el año siguiente con el mismo propósito con Emilio Cecchi, del que obtendrá un juicio alentador y del que nace una relación de confrontación intelectual que va a durar más de cuarenta años.
En 1930 se publicó su obra fundamental La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica traducida al inglés en 1933, que ayudará a extender su fama en Gran Bretaña y Estados Unidos, causando fuertes reacciones negativas en Italia, incluyendo a Benedetto Croce.
Este asunto marital infeliz contribuye a la "soledad melancólica" que caracteriza la vida de Mario Praz, de la que dieron testimonio también colegas anglicistas como Elio Chinol y Nemi D'Agostino.
En su cátedra formará entre otros estudiantes a Vittorio Gabrieli, Agostino Lombardo, Giorgio Melchiori, Gabriele Baldini y Masolino D'Amico.
En 1940 se unió al personal de la revista Primato fundada por el Ministro Giuseppe Bottai.
En 1949 con el apoyo del Consejo Británico de Roma fundó la revista Miscelánea Inglesa.
En 1952 hizo su primer viaje a los Estados Unidos para una serie de conferencias en las principales universidades.
En 1962 la reina Isabel II de Inglaterra lo nombró caballero del Imperio Británico.
Se retiró de la enseñanza por haber alcanzado la edad de jubilación, y se dedicó a estudiar temas del más alto nivel, reconocido por las principales instituciones científicas italianas y extranjeras.
Las estancias que describía tienen hoy piezas de mobiliario Biedermeier, Segundo Imperio y Regencia; los objetos de todo tipo —estatuas, ceras, pinturas, artesonados, atriles, instrumentos musicales— dan una atmósfera especial al lugar.
Desgraciadamente, sus libros han sido recogidos en otro lugar, y allí sólo hay otros de colecciones privadas.
Los enfrentamientos con la estética Benedetto Croce y su método crítico original -que a menudo prefiere el uso de metáforas convencionales más que análisis descriptivos- han hecho que sus esfuerzos culturales se suelan pasar por alto por los críticos.
El historiador de la música Piero Buscaroli recordó su figura en la Memoria sobre los perdedores (Knopf, 2010).
Había sufrido el ostracismo de los antifascistas que le obligaron a exiliarse en Manchester.