[8] La hostilidad del conde-duque hacia su sobrino se compensó por la simpatía constante que le profesó el rey.
[7] La hábil gestión de Haro preocupó al conde-duque, pues eclipsó a este en su propia región.
[7] Hizo carrera en la corte española durante el valimiento de su tío el I conde-duque de Olivares, al que sucedió como valido del rey Felipe IV cuando aquel fue expulsado en 1643, siendo desde 1648 su caballerizo mayor.
Ese mismo año heredó el título de marqués del Carpio, al fallecer su padre y con él un enorme conjunto de propiedades y la red clientelar paterna.
[11] Su situación era la de una figura conciliadora entre partidarios y detractores de Olivares que había tratado discretamente con ambos durante sus largos años sin desempeñar cargos políticos, pero sin dejar en ningún momento la cercanía al monarca.
[11] Este lo escogió como valido por su capacidad de evitar un enfrentamiento entre los grupos palaciegos rivales en un momento en el que la Monarquía Hispánica pasaba graves apuros.
[19] Su actitud era modesta; era cortés, humilde y prudente, en contraste con los validos que los habían precedido.
[23] Su principal objetivo fue frenar el desprestigio real y restaurar en lo posible autoridad del soberano en un momento en el que tan solo la península ibérica ya se hallaba partida en tres.
[26] Nunca llegó a tener la misma influencia y control que su tío, principalmente porque Felipe IV también confiaba en la hermana María de Ágreda.
Ella convenció al rey para que aboliera el puesto de valido.
No consiguió evitar un resultado negativo, ni una alianza antiespañola con Oliver Cromwell.