[4][5] El historiador judío Flavio Josefo alude a los anales fenicios o tirios que supuestamente consultó para redactar sus obras históricas.
Sobre la literatura en púnico comentó en una de sus cartas: Quae lingua si improbatur abs te, nega Punicis Libris, ut a viris doctissimus proditur, multa sapienter esse mandata memoriae («Si rechazas esta lengua, estás negando lo que han admitido muchos hombres eruditos: son muchas las cosas que han sido sabiamente preservadas del olvido gracias a libros escritos en púnico»).
Este tratado estaba compuesto por 28 libros de los que se han conservado 66 fragmentos.
[4] Por otra parte, se sabe que la literatura religiosa fenicia influyó profundamente el relato bíblico de Job.
[4] La obra histórica de Sanjuniatón, considerada la más extensa producida en fenicio, se tradujo al griego en el siglo II a. C., aunque solo se ha conservado un largo fragmento que trata principalmente de temas religiosos.
[7] En la literatura griega se encuentran hasta después del siglo III a. C. abundantes alusiones a una Cosmogonía escrita por Mosco de Sidón en el siglo XIV a. C.[7] Se ha señalado también la probable existencia de biografías sobre Aníbal; según Polibio y Tito Livio, este hizo grabar en fenicio y griego tales gestas el año 205 a. C. en el templo de Hera en Lacinio, siendo bastante probable que se limitara a continuar con una antigua tradición en función de la cual los generales cartagineses solían escribir sus hazañas haciendo entrega de las mismas a un santuario para que las preservase.
[2] No se sabe apenas nada sobre el conocimiento gramatical de los propios fenicios.
[4] Bastantes autores clásicos e incluso algunos contemporáneos han defendido la idea de que en la Antigüedad solo los romanos habían desarrollado su cultura lo suficiente como para comprender y traducir las obras griegas.
Abajo se citan dos fragmentos del Poenulus («El pequeño púnico»), traducción de la obra griega ὁ Καρχηδόνιος (ho Karkhēdónios, «el cartaginés»), posiblemente del poeta Alexis de Turio (ca.