Los primeros pobladores de la región fueron los vetones, pueblo perteneciente a la cultura celta, tal como lo demuestra los verracos y las cañadas para el ganado, que después fueron aprovechadas por los romanos para sus calzadas.
El espíritu viajero del pueblo se remonta al siglo XVII, cuando los lagarteranos empezaron a ejercer de arrieros vendiendo por toda España paños angostos confeccionados en sus propios telares.
Estos telares referidos se mantuvieron activos hasta mediados del siglo XIX.
La actividad comercial de sus bordados artesanales empezó a principios del siglo XX y actualmente, la mayor parte de la economía del pueblo se basa en esta actividad.
Se caracteriza por estar construida con aparejo toledano y mampostería en el hastial.
En él se puede admirar la reconstrucción de una casa tradicional lagarterana, 50 dibujos y 33 óleos del célebre pintor lagarterano que da nombre al Museo y una interesante muestra del bordado popular que se conoce como labores de Lagartera, entre las que sobresale el típico traje lagarterano, que con tanto primor, exuberancia y delicadeza exhiben las jóvenes del pueblo en ocasiones de fiestas, procesiones y bodas.
Julián García Sánchez, lo sitúa en 1540 y a la labrandera Juana Martínez, mujer de Benito Martín Vallejo en 1520.
La anchura de la tela era la medida del telar, por eso frecuentemente se encuentran con añadidos que magistralmente unen las lagarteranas con randas, espiguilla o punto de escapulario; las demás costuras se disimulaban con bordados sobrepuestos.
El traje de hombre lleva chamarreta en verano y sayo en invierno.