Ese problema se superó ya en el siglo XIX con la construcción de los primeros dirigibles, que sí permitían su control.
A principios de ese mismo siglo, muchos investigaron el vuelo con planeadores, máquinas capaces de sustentar el vuelo controlado durante algún tiempo, y también se comenzaron a construir los primeros aeroplanos equipados con motor, pero que, incluso siendo impulsados por ayudas externas, apenas lograban despegar y recorrer unos metros.
No fue hasta principios del siglo XX cuando se produjeron los primeros vuelos con éxito.
Posteriormente, entusiasmado por esa experiencia, volcó su interés por esta nueva disciplina, y se convirtió, junto a Emilio Edwards Bello, en el primer chileno en volar un aeroplano en 1909.
La hazaña aeronáutica fue encomendada a los hermanos franceses César y Félix Copetta Brossio.
[3] David Echeverría acompañaría a César Copetta, sentado en un estrecho espacio detrás de él.
Sin embargo, esta situación no fue impedimento para que Copetta, realizara con mucho entusiasmo un tercer vuelo.
En febrero de 1901, Manuel Ávalos Prado, con 15 años, ingresa como cadete a la Escuela Militar.
El objetivo del Ejército era formar a oficiales que tuvieran los conocimientos necesarios en esta área, indispensable para iniciar este tipo de actividades en estos confines del mundo para la época.
A esto se agregó posteriormente el bordado de una hélice en el antebrazo del uniforme del alumno, en dorado para los oficiales y en lana roja para los suboficiales.
Por causa de la Primera Guerra Mundial no pudo darse curso a este objetivo.