Anticipado por unos versos anteriores ("venimos, montañoso, y por quien allí estaba, era tal, que toda mirada le sería esquiva".
Apártate, bestia, que este no viene amaestrado por tu hermana, sino por ver las penas vuestras."
El episodio de la bestialidad irracional del Minotauro es totalmente contraria al sucesivo encuentro con los Centauros.
Virgilio entonces cuenta como esta grieta no estuviese cuando él bajó al Infierno por primera vez.
Virgilio indica entonces a Dante la "riviera di sangue", donde hierven los violentos contra el prójimo.
Virgilio, que ya estaba delante al centauro, cerca de donde la naturaleza humana y bestial se unen (al vientre), explica como Dante esté vivo y él le debe mostrar "el valle oscuro" por necesidad, no por placer: "Tal" (aquí está por Beatriz) le encargó de acompañarlo, y dice que ninguno de los dos es un condenado del círculo en el que se encuentran.
La preocupación de Virgilio está en la necesidad de atravesar la sangre hirviente sin que Dante sea castigado, ya que esta vez no hay un barquero como en el Aqueronte y en el Estige.
El gran centauro inicia a ilustrar a las almas que están inmersas hasta los ojos: son los tiranos que fueron violentos contra las personas y contra los bienes de las personas (la distinción entre los dos modos de violencia al prójimo es la base del castigo).
Sobre quien sea el tirano Alejandro hay dudas: se piensa generalmente a Alejandro de Feres en Tesalia, citado junto a Dionisio también en el Livre du Tresor de Brunetto Latini.
Llegan después a aquellos inmersos hasta el cuello en el hervidero, es decir en la fuente caliente (más adelante este término será usado como nombre propio de una fuente cercana a Viterbo).
El delito quedó impune (quizás por la complicidad de los Anjou), y dio mucho escándalo.
Sucesivamente Dante ve otros que tienen fuera el busto y otros que tienen inmersos solo los pies: como fue explicado por Virgilio en el anterior canto, ellos son los criminales y los violentos menos graves.