El liberalismo comenzó como una doctrina general y un esfuerzo político en respuesta a las guerras religiosas establecidas en Europa, durante los siglos XVI y XVII, aunque el contexto histórico de la ascendencia del liberalismo se remonta a la Edad Media.
La primera encarnación notable de la agitación liberal llegó con la Revolución estadounidense, y el liberalismo plenamente explotado como un movimiento global contra el viejo orden durante la Revolución francesa, que ha marcado el ritmo para el futuro desarrollo de la historia humana.
El inicio de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, sin embargo, aceleró las tendencias iniciadas en Gran Bretaña a finales del siglo XIX hacia el social liberalismo que hizo hincapié en un mayor papel del Estado en el mejoramiento de las condiciones sociales devastadoras.
A principios del siglo XXI, las Democracia liberal democracias liberales y sus características fundamentales - el apoyo a las Constitución constituciones, Elecciones elecciones libres y justas, la Pluralismo político sociedad pluralista - han prevalecido en la mayoría de regiones de todo el mundo.
Las experiencias europeas en la Edad Media se caracterizaban a menudo por el miedo, la incertidumbre y la guerra -siendo esta última especialmente endémica en la vida medieval.
Las sociedades cristianas en gran medida creían que la historia se desarrollaba de acuerdo a un plan divino sobre el cual los seres humanos tenían poco control.
Los líderes que impugnaban esta autoridad tenían severas reprimendas y en ocasiones eran avergonzados, incluso públicamente, como lo demuestra el emperador Enrique IV del Sacro Imperio Romano Germánico quien esperó descalzo en la nieve en el fuerte de Canosa para recibir el perdón del Papa.
La Iglesia experimentó momentos afortunados que duraron siglos, pero los acontecimientos externos y las luchas internas paralizaron el poder de la mayor institución en la vida europea.
En el siglo XIV, las disputas sobre la sucesión papal (sobre quién era el Papa y quien no) sacudió al mundo occidental.
En respuesta a la Reforma Protestante, la Iglesia y los reinos católicos pusieron en marcha la Contrarreforma para contener la propagación de aquella, pero este último recurso desembocó en la Guerra de los Treinta Años, un conflicto bélico europeo que duró desde 1618 hasta 1648.
La división religiosa de Europa, entre Protestantes y Católicos, se convirtió en un hecho decisivo para la Historia.
Estos frenéticos eventos desataron un diluvio de diálogo social y político en los círculos intelectuales ingleses.
Y esto es lo único que hizo o pudo dar inicio a cualquier gobierno legítimo en el mundo".
Reforzando su respeto por el consenso, Locke argumentaba que "la sociedad conyugal se compone por un pacto voluntario entre hombres y mujeres".
El filósofo francés René Descartes cuestionó en el siglo XVII si hubiera creencia alguna que uno podría sostener a priori.
Las colonias estadounidenses habían sido leales súbditos británicos durante décadas, pero las tensiones entre ambas partes se exacerbaron en la Guerra de los Siete Años, que duró entre 1756 y 1763.
Los años siguientes estuvieron dominados por tensiones entre varios asamblearios liberales y conservadores monárquicos intentando frustrar las principales reformas.
Se proclamó la república en septiembre de 1792 y el rey Luis XVI fue ejecutado al año siguiente.
Napoleón gobernó como Primer Cónsul durante unos cinco años, centralizando el poder y racionalizando la burocracia en el camino.
Algunos historiadores sugieren que pudo haber sido la primera persona en utilizar la palabra "liberal" en un sentido político.
Sin embargo, Napoleón no estaba siempre a la altura de los ideales liberales que defendía.
Su logro más duradero, el Código Civil, fue "un objeto de emulación en todo el mundo" pero también perpetuó una mayor discriminación contra las mujeres bajo la bandera del "orden natural".
La agitación liberal en América Latina alcanzó su punto álgido cuando la región fue gradualmente integrada en los patrones políticos y sociales comunes del mundo moderno.