Rápidamente las manifestantes se unieron a los revolucionarios que exigían reformas políticas liberales y una monarquía constitucional para Francia.Alcanzando así la igualdad entre todas las clases sociales y derrocando la tiranía e imposición de los inquisidores.Durante las negociaciones constitucionales consiguieron asegurar el poder de veto legislativo del rey.[Nota 5] Ambas unidades tenían funciones básicamente ceremoniales, sin contingente ni entrenamiento para ofrecer una protección eficaz a la familia real y al gobierno.La familia real estuvo presente brevemente en el acto, caminando entre las mesas dispuestas en la casa de ópera del palacio.[5] Orientada por grupos de agitadores, la multitud convergió en el ayuntamiento donde exigieron pan y armas.[5] Enérgicos y ruidosos, reclutaban cada vez más adeptos a medida que dejaban París.Con su ambiguo y agresivo argot «poissard»,[Nota 10] hablaban con entusiasmo sobre llevar al rey de vuelta a casa.Hambrientos, cansados y embarrados por la lluvia, parecían confirmar que el cerco solo era una simple exigencia de alimento.[30] Otros diputados también saludaron calurosamente a los manifestantes, entre ellos Robespierre (en la época, una figura relativamente oscura en política).Robespierre dio fuertes demostraciones de apoyo a las mujeres por su difícil situación y fue recibido con gran entusiasmo.Circulaban por los jardines del palacio oyendo rumores de que la comitiva de mujeres había sido engañada y que la reina iba a forzar al rey inevitablemente a romper todas las promesas hechas.Los guardas reales corrieron por todo el palacio, atrancando puertas y creando barricadas en los corredores.Apostados en el pasillo de mármol, dispararon sus armas contra los intrusos y mataron a un joven manifestante.[39][Nota 11] La violencia se transformó en una completa salvajada cuando la cabeza de Tardivet fue arrancada y colocada en una pica.[40] María Antonieta y sus ayas estuvieron cerca de la muerte, pero consiguieron escapar a tiempo por la puerta.Cuando la multitud aplaudía, un eufórico La Fayette colocó un lazo tricolor en el gorro del guarda más cercano al rey.Astutamente, La Fayette esperó hasta que la furia de los manifestantes se desvaneciera para, con gran pompa, arrodillarse ante ella con una reverencia y besar su mano.[46] El cortejo parecía a veces una reunión festiva con soldados clavando panes en la punta de sus bayonetas para servir al pueblo y mujeres del mercado montadas alegremente sobre los cañones capturados.[47] Sin embargo, aunque la multitud canturreara gracietas sobre su «buen papá», no podía subestimarse su mentalidad violenta: tiros conmemorativos sobrevolaban el carruaje real y algunos manifestantes portaban las cabezas de los soldados abatidos en Versalles clavadas en picas.Entonces, con un dolor taciturno, pidió que le llevaran a la biblioteca una biografía del depuesto Carlos I de Inglaterra.[17] Sin embargo, algunos diputados y 56 monárquicos permanecieron en Versalles al temer acciones violentas por parte de la población.[52] Por otro lado, la defensa apasionada de la marcha que hizo Robespierre aumentó considerablemente su imagen cara al público.El episodio le confirió un estatus heroico permanente entre las «poissardes» y popularizó su reputación como patrón de los pobres.Maillard, que volvió a París como un héroe y participó en varias «journées» posteriores, murió de tuberculosis en 1794, con 31 años.Observadores optimistas, como Camille Desmoulins, declararon que Francia entraría finalmente en una nueva edad de oro, con ciudadanos renovados y una monarquía constitucional popular.[52] Otros fueron más cautelosos, como el periodista Jean-Paul Marat, que escribió: Fueron necesarios casi dos años, y otra intervención popular, para que la primera constitución francesa fuera firmada el 3 de septiembre de 1791.[55] Mientras la marcha se estaba produciendo, muchos pensaron que Luis Felipe II de Orleans tenía alguna responsabilidad en ella.[49][61][62] Para sus herederos, el episodio permaneció como un ejemplo inspirador, emblemático del poder de los movimientos populares.Esto marcó el fin de la resistencia a la corriente reformista del rey, que no haría nuevos intentos para rechazar la revolución.
Mujeres saludadas por la multitud en su marcha hacia Versalles.