El 2 de febrero José María Zelaya con el grueso de su ejército y con amplía mayoría en armamento atacó a la sublevación y la aplastó, los facciosos derrotados huyeron y se reagruparón en la aldea Guacoca, seguidamente se enfilarón a enfrentar a Zelaya en la Hacienda San Marcos, al mando del comandante Cástulo Cruz, los rebeldes fueron derrotados; Cruz falleció en el campo de batalla, los que lograron salvar sus vidas huyeron del lugar.
El presidente Medina esta vez, encabezó una expedición de castigo y fue el primero en disparar.
Fueron incendiadas varias aldeas y sus habitantes muertos en combate o ejecutados o en su caso muchas personas fueron deportadas, otros huyeron del territorio Olancho, esta situación redujo dramáticamente la población y hasta la capital de Olancho que había sido Manto, fue trasladada a la ciudad de Juticalpa, que hasta hoy es la cabecera departamental.
El hechor de esto fue el General Fernández quien disfrutó de su obra y dejó las jaulas custodiadas por sus soldados para evitar que los pobladores de Olancho les dieran a los restos, un entierro cristiano y honroso, muchos olanchanos hacían peregrinación al Cerro, para visualizar los cadáveres que yacían con los órganos y partes del cuerpo a la vista.
Acto seguido el gobernante hondureño José María Medina, envió una expedición de castigo a Olancho.
Esta vez los insurgentes fueron derrotados en Juticalpa y Catacamas por las tropas al mando del general Pedro Fernández, prácticamente solo Serapio Romero huyó con dirección hacia el norte de Olancho.
La razón es que sus administraciones presidenciales habían vendido el territorio de Honduras y que la economía nacional estaba en la quiebra debido al proyectado Ferrocarril Nacional de Honduras, ideado y construido para unir a Honduras desde el puerto de Amapala hacia la costa norte y que sería utilizado por países extranjeros, pero ninguna ganancia sería para los hondureños.