Los egipcios no cubrieron su cabeza más que con un tocado de tela llamado claf o con una cofia especial.
Los primeros monumentos antiguos con hombres con la cabeza cubierta por un gorro son los bajorrelieves persas, con un tipo de tocado inclinado hacia delante, guardando cierta analogía con el que los griegos llamaron frigio.
El gorro frigio solo se diferenciaba del pilos en que tenía una punta inclinada hacia delante.
Sin embargo, el pilleus y el petasus no solo eran usados por la gente del pueblo que a causa de sus trabajos estaban expuestos a la intemperie, sino también por las personas distinguidas para abrigarse en tiempo frío y para resguardarse del sol en los espectáculos públicos.
En los primeros tiempos de la Edad Media, los pueblos germánicos implantaron un traje sencillo del cual formaba parte un gorro o morterete que en España trajeron los visigodos usándolo también por lo que parece las mujeres y también usaron unos gorros o bonetes de piel.
En el siglo XI, en Francia, se ve en los bajorrelieves y en las viñetas de los manuscritos un casquete semiesférico sin reborde junto con un sombrero semejante al pétaso.
Los hombres llevaban capillas, almuzas, bonetes encasquetados que debían ser de la misma forma a los ya indicados en Francia.
En el siglo XII no experimentó tampoco mucha variación la forma de los gorros pues en la viñetas de los manuscritos y en los bajorrelieves monumentales se ve a los hombres con casquetes semiesféricos o gorros ligeramente puntiagudos y con reborde.
En el siglo XIV, la moda dio preferencia a los sombreros que la nobleza adornaba con plumas y pedrería.
Los nobles aragoneses llevaban unos gorros altos puntiagudos o cónicos con el reborde vuelto y formando cuatro picos como un bonete.
Los altos bonetes del siglo XIV fueron imitados en el XV por las mujeres en un tocado que llegó a transformarse en verdadero cucurucho.
Se empezaron a adornar además de con plumas con diademas, perlas u otros broches enjoyados.