Durante varios años de lucha, el duque Enrique fue encarcelado en el palacio imperial de Ingelheim, huyó, fue declarado depuesto en 976, y otra vez fue encarcelado por el obispo Folcmar de Utrecht dos años más tarde.
Gisela, con su hijo Enrique, se refugió con el obispo Abraham de Frisinga; durante el encarcelamiento de su marido, ella vivió en Merseburgo.
Enrique no fue liberado hasta la muerte del emperador en 983.
Otra vez intentó arrebatarle la corona al sucesor, Otón III.
Su hija, Gisela, donó una opulenta cruz para su entierro, conocida como la Giselakreuz, la cual actualmente se encuentra en la colección del tesoro en la Residencia de Múnich.