Georgette María Philippart Travers (París, 1908 - Lima, 1984), conocida como Georgette Vallejo al tomar el apellido de su marido el poeta César Vallejo, fue una escritora y poeta francesa.
Ese mismo año estalla la Primera Guerra Mundial y su padre muere tras recibir una grave herida en la batalla del Marne.
Luego viajó a París a trabajar en el oficio de costurera con su madre; quien, junto con madame Virot y madame Lanvin, constituían el llamado “Grupo Real”, pues diseñaban, exclusivamente, los vestidos para las reinas de Europa.
«Vallejo, quitándose el sombrero me saluda y veo una gran luminosidad blanca-azul alrededor de su cabeza…».
Marie Travers, la madre de Georgette, se opone al romance pues el poeta no ofrecía ninguna seguridad económica para su hija.
Pero esta vez, su gira se prolonga por varios países y ciudades europeas, respaldado por los recursos pecuniarios de Georgette.
Después de esos viajes retornaban a París, ciudad por la que el poeta sentía una fascinación especial.
La obra se convierte en un éxito editorial y los ingresos le permiten vivir tranquilamente por algún tiempo.
La pareja vivía por entonces en el N.º 41 de Boulevard Garibaldi, posteriormente se trasladan al Hotel du Maine (1936).
A causa de esta irreparable pérdida, recuerda: «Cuando él murió, estuve ciega durante cuatro horas.
Al año siguiente, junto con Raúl Porras Barrenechea, edita y publica la obra poética póstuma de Vallejo, que titula: Poemas humanos.
En 1957 o 1958, Porras obtiene del Ministerio de Educación que se le concediera una modesta pensión vitalicia.
Rechazó con dignidad el ofrecimiento del editor Juan Mejía Baca quien le propuso 30 000 soles por toda la producción de Vallejo.
Muy recordado es también su enfrentamiento con otro poeta español, Gerardo Diego, quien se presentó en la Universidad de San Marcos para disertar sobre Vallejo (1964).
En 1966 el gobierno peruano le reduce drásticamente su pensión, que dejará de otorgarle en 1968.
Fiel a su estilo, durante un evento público Georgette le dio una bofetada al editor Carlos Milla Batres, debido a que este incumplió su promesa de publicar una foto de Vallejo en la carátula del “Homenaje internacional” al poeta consagrado por la revista Visión del Perú.
Durante sus últimos años, su única compañía era Rosa Espinoza, empleada de su hogar, viviendo ambas en el edificio Marsano.
Ella vivía además con 17 gatos los cuales su empleada se encargaba de darle el atún mezclado con pan, era descrita como intratable, solitaria y prácticamente como la bruja del edificio, siendo muy incomprendida.
Expresa sus razones: «Porque en su tierra le dieron de palos, lo maltrataron y yo soy obediente a su voluntad».
Aunque en los últimos años se intentaron iniciar gestiones para que sus restos sean enterrados junto con Vallejo en Francia, esto no ha prosperado.