Trilce

Vallejo lo empezó a escribir en 1918; su mayor parte fue escrita en 1919, y los últimos dos poemas en 1922.

Llevaba en la portada un retrato a lápiz del poeta, realizado por Víctor Morey Peña.

Esto preocupó a Vallejo hasta el punto de que De acuerdo con lo antes dicho, Trilce deriva de tres; sin embargo, el mismo poeta, en una entrevista que le hizo el periodista español César González Ruano en 1931, a la pregunta «¿Qué quiere decir Trilce?», contestó: «Ah, pues Trilce no quiere decir nada.

No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce.

El poemario está conformado por una serie ininterrumpida de 77 poemas sin título, numerados con dígitos romanos.

Reutiliza palabras antiguas (lo cual evidencia los conocimientos amplios que el poeta tiene de los clásicos) e inventa otras nuevas, utiliza términos científicos por un lado, y expresiones populares y de la vida cotidiana, por otro.

Pero, según señala Jorge Basadre, “debajo de todo ello balbucea una vital emoción humana, se arremolinan recuerdos e imágenes subconscientes, aparecen las huellas de estupendos fracasos, refléjanse experiencias de pobreza, prisión y soledad en una vida que no tiene sentido, donde priman el dolor y la angustia que sumen a los hombres en triste orfandad, un mundo hostil cuyo alquiler todos quieren cobrar, unidos al dulce recuerdo de la infancia y del hogar arrebatados por el tiempo y a una solidaridad esencial con los que sufren y con los que son oprimidos.

Muchos poemas son autobiográficos; pero estos motivos son una causal para descender a las entrañas más profundas del ser.”[9]​ Aparte de Vallejo, solo dos grandes renovadores del lenguaje literario llevaron la experimentación lingüística al extremo de la inaccesibilidad o el hermetismo: en el campo poético Vicente Huidobro, con Altazor (1931) y en el campo narrativo, James Joyce con su relato onírico Finnegans Wake (1939).