Francisco Hernández de Córdoba (explorador de Yucatán)

Observaron cómo se acercaban los pobladores del lugar, con cara alegre y muestras de paz.Cuando los españoles preguntaron con señas por el nombre del lugar, los mayas respondieron "in ca wotoch", que quiere decir esta es mi casa.Esos españoles de Castilla del Oro se presentaron en Cuba a Diego Velázquez, el gobernador (y familiar de Bernal Díaz del Castillo), quien les prometió ”que nos daría indios, en vacando”.Hay otro miembro de la expedición cuya presencia se aviene todavía menos con esa hipótesis: el Veedor Bernardino Íñiguez.Aunque, por otro lado, según Bernal Íñiguez no era sino un soldado más, al que se habían otorgado funciones de veedor, su nombramiento indica que al menos se pensaba en la posibilidad de explorar.Los anteriores datos son difíciles de conciliar entre sí y resultan compatibles con varias hipótesis.En segundo lugar, puede suponerse que tras unos malos propósitos de Diego Velázquez, rápidamente reprimidos y afeados por los demás españoles, que además se conformaban con seguir sin indios en Cuba, el viaje se planeó principalmente como de descubrimiento y conquista, y por eso se llevaba Veedor además de tan buen piloto.Siguieron dos días con sus noches de fuerte tormenta, según Bernal, tan fuerte como para poner en peligro los barcos, y en todo caso suficiente como para consolidar la duda sobre el objetivo de la expedición, porque tras la tormenta podría sospecharse que las naves estaban perdidas.Eso no quita el mérito del avistamiento de Hernández: a esta exploración suele exigírsele que el hallazgo sea un acto voluntario, no un naufragio, y se le requiere también cierta prestancia y superioridad; los náufragos de Nicuesa que no fueron muertos por los nativos, acabaron, como era de esperarse, sometidos por ellos.Estos contemplaron bastante alarmados cómo la costa se llenaba de nativos, presintiendo que el desembarco podía ser peligroso.No obstante, bajaron a tierra como lo solicitaba su hasta ahora amable anfitrión, el cacique de El gran Cairo, aunque por precaución usaron sus propios bateles en lugar de aceptar ser llevados por los indios en canoas, y por supuesto salieron armados, procurando sobre todo llevar ballestas y escopetas ("quince ballestas y diez escopetas", si creemos en la increíble memoria de Bernal Díaz del Castillo).solo la sorpresa producida en los indios por las cortantes espadas, las ballestas y las armas de fuego pudo ponerlos en fuga, consiguiendo los españoles volver a embarcar, no sin sufrir los primeros heridos de la expedición.Cuando fueron a tierra para llenar las pipas, cerca de un pueblo al que llamaron Lázaro (En lengua de indios se llama Campeche, nos aclara Bernal), los indios se les acercaron una vez más con apariencia pacífica, y les repitieron una palabra que debería haberles resultado enigmática: "Castilian".Los indios, otra vez con aspecto y maneras amigables, los llevaron a su poblado, donde una vez más pudieron ver construcciones sólidas y muchos ídolos (Bernal alude a los "bultos de serpientes" en las paredes, tan característicos de Mesoamérica).Conocieron además a los primeros sacerdotes, con su túnica blanca y su larga cabellera impregnada de sangre humana.Pasado ese tiempo, el agua dulce se les volvió a agotar por culpa del mal estado de los depósitos.Así que decidieron luchar, con resultado muy adverso: nada más empezar la batalla ya habla Bernal de ochenta españoles heridos.Pronto descubrieron que los escuadrones de indios se multiplicaban con nuevos refuerzos, y que si bien espadas, ballestas y arcabuces los asustaban al principio, conseguían superar la sorpresa procurando asaetear a distancia a los españoles, para mantenerse alejados de sus espadas.Al grito de Calachumi (Halach Uinik), que los conquistadores pronto supieron traducir como "al jefe", los indios se ensañaron especialmente con Hernández de Córdoba, que llegó a recibir diez flechazos.Afortunadamente para ellos, los indios no se habían preocupado de retirar o inutilizar las barcas, como habrían podido hacer.El resto estaban muy malheridos, con excepción de un soldado llamado Berrio, que resultó sorprendentemente ileso.Los españoles llamaron al sitio "costa de la mala pelea", y así figuró en los mapas durante algún tiempo.Los expedicionarios habían vuelto a las naves sin el agua dulce que obligó al desembarco.Efectivamente, las veinte personas —entre ellas Bernal y el piloto Alaminos— que desembarcaron en busca de agua fueron atacadas por nativos, aunque esta vez lograron sobreponerse a ellos, no sin que Bernal recibiera su tercera herida del viaje, y Alaminos un flechazo en la garganta.Lejos todavía los encuentros con las culturas azteca e inca, El Gran Cairo era lo más parecido a ese sueño que los conquistadores habían contemplado hasta entonces.
Expedición de Francisco Hernández de Córdoba a Yucatán en los primeros meses de 1517.