Negro cimarrón

Parece también que la palabra cimarrón casi nunca se empleó con los nativos americanos fugitivos de las encomiendas.[1]​[2]​ El escritor cubano Miguel Barnet escribió una novela que viene a ser la autobiografía dictada del cimarrón Esteban Montejo.En la América hispana de la vertiente del océano Pacífico, la palabra cimarrón está asociada también con otros dos vocablos: «palenque» y «rancheador».Bayano es capturado y enviado a Sevilla, donde se le asigna una renta por parte de la Corona.Los cimarrones colaboraron como guías de los piratas y corsarios que llegaron a Panamá durante la época colonial.Los cimarrones eran buscados constantemente por sus propietarios, pues cada uno de los esclavos era considerado un objeto con valor, es decir, tenían un precio y quedarse sin uno implicaba perder los esclavos, además de trabajar para sus amos, podían ser entregados como garantía o alquilados a otras personas.Se utilizó periódicos como la "Gaceta Oficial del Gobierno de Puerto Rico", "El Mercantil" y "El Ponceño" en donde a través de "anuncios y avisos se identificaba los cimarrones y cimarronas ofreciendo detalles físicos como edad, color de la piel (negros retintos, mulatos e inclusive blancos), nariz (chata, roma, aventada, etc), labios, estatura aproximada, marcas en el cuerpo, etc.Los "quilombos", "mambices", "cumbes", "rochelas", "ladeiras", etc. fueron otras denominaciones adoptadas por los negros rebeldes.El más famoso palenque del colonialismo latinoamericano fue el "Quilombo de los Palmares", en el Brasil (colonia portuguesa).Tenía una población de unos 15 000 negros cimarrones y se mantuvo durante casi todo el siglo XVII.Tenía cierta independencia, aunque mantenía relaciones económicas más o menos normales con las ciudades y haciendas vecinas.Si capturaban a un cimarrón fugitivo, los dueños, en ocasiones, le cortaban un pie para que no se escapara de nuevo.
Grabado de un esclavo fugitivo armado