Elena Musmanno

[2]​ Musmanno ingresó ese primer año (1935), después de una profunda selección, dado que se presentaron 300 postulantes, se preseleccionaron 72 y quedaron 21 luego del examen de ingreso, dado que la escuela tenía estructura y características semejantes a una carrera universitaria.

Ganaba 100 $MN (pesos moneda nacional), que contribuían a la economía familiar.

El enfermo se beneficiaba al brindársele en la mesa, de manera gratuita, el menú de su régimen, bajo la observancia del médico, evitando que abandonara el hogar y el trabajo.

Las mismas alumnas compraban entre todas los libros para formar la biblioteca, que terminaría siendo la biblioteca sobre nutrición más grande de Latinoamérica, y sería destruida por la dictadura de Onganía, en 1969.

La escuela formaba además a enfermeras y auxiliares como idóneas en alimentación.

Este cambio desde la esfera municipal a la nacional hizo que sus instalaciones se ampliaran a un edificio adquirido para tales fines en la avenida Córdoba 3120 (donde hoy se halla el Instituto de Salud Mental Dr. Arturo Ameghino) y otro edificio alquilado en avenida Pueyrredón 2429.

Después, el profesor Escudero, por resolución número 249, la nombró a cargo de la Sección Investigaciones Biológicas del Instituto.

[4]​ En 1940, Musmanno retomó los estudios del profesorado en Geografía, que había iniciado en 1934 y abandonado para ingresar a la carrera de dietista.

[4]​ En 1948 visitó Argentina el famoso gastroenterólogo Burrill Bernard Crohn (1884-1983) y asistió al Instituto Nacional de la Nutrición para presentar la enfermedad que lleva su nombre.

El profesor Escudero le solicitó a Musmanno que confeccionara el tratamiento dietoterápico correspondiente.

Crohn la felicitó por la terapia y le sugirió que hiciera algún posgrado en Estados Unidos.

En 1949 Musmanno se presentó a un concurso para una beca latinoamericana y lo ganó.

[2]​ Cuando obtuvo el máster recibió cartas del Instituto donde le pedían que regresara a Argentina.

La cocinera del dispensario, enferma y agobiada por las duras condiciones de vida, había renunciado.

Pero Musmanno comenzó a cocinar para todos, además de atender como nutricionista.

Comprobó que en la aldea no se recibía ningún nutriente fresco, frutas, verduras, huevos, carne o leche.

Fue designada para la puesta en práctica y evaluación del proyecto, por lo que pidió embarcarse en un carguero para comprobar cuántas calorías gastaban en sus tareas los marinos y así poder establecer una dieta apropiada.

En respuesta, dicho organismo designó una misión conjunta, integrada por J. Duckworth (de Escocia) como consultor y Elena Musmanno como oficial de nutrición para elaborar la «Política de alimentación y nutrición, nacional y regional, para los seis países del istmo centroamericano».

En 1958 se editó Nuestra huerta escolar por pedido de los maestros rurales.

Por estas tareas viajó frecuentemente al interior, visitando sobre todo las regiones más pobres.

[4]​ Su principal actividad fue dirigida a promover programas sobre educación alimentaria y la producción de alimentos en huertas o granjas en las escuelas públicas, que tuvieran irradiación a los hogares de los niños.

[6]​ El principal objetivo era que los niños al terminar la escuela primaria supieran cultivar la huerta y consumieran una alimentación saludable.

Dirigió estos programas en las provincias de Catamarca, Corrientes y Neuquén.

[6]​ Expuso el contenido de esos programas en el libro La escuela como tribuna alimentaria, que tuvo siete ediciones.

[2]​ Durante años Musmanno atendió gratuitamente en una parroquia de una de las zonas más pobres del Gran Buenos Aires a un barrio necesitado de todo, al que le agenciaba leche en polvo, arroz, lentejas, gelatinas, todo cuanto podía conseguir o cuanto compraba y llevaba cargando enormes bolsos en tren y ómnibus.

Al construir una nueva ala del Instituto de Salud Mental Dr. Arturo Ameghino, se descubrió bajo tierra varias toneladas de instrumental médico y productos técnicos.

[16]​ El análisis arqueológico permitió identificar que hubo una acción de fuego sobre estos objetos.

El período histórico en el que se ubica el suceso es coherente con el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983) y los motivos que llevaron a enterrar y quemar elementos pertenecientes a una institución científica constituyen probablemente un hecho simbólico de desaparición, tal como se hacía en ese momento de la historia nacional con los opositores políticos («desaparecidos»).