Esta modificación es análoga a lo que ocurre con los verbos para indicar persona, número, tiempo, modo, etc., es decir, la conjugación.
No todas las lenguas presentan flexión: en el caso del español, aunque existe la flexión verbal o conjugación, la declinación solo se observa en los pronombres personales (por ejemplo te, ti, contigo son declinaciones del pronombre personal tú; o se, le, la, lo, son declinaciones de él, ella).
De esta manera por ejemplo el caso nominativo indica que un elemento cumple la función de sujeto o atributo; similarmente los casos acusativo o dativo señalan al objeto directo (elemento sobre el cual recae la acción del verbo) o al objeto indirecto (elemento que indica al destinatario de la acción), respectivamente.
En este idioma, se flexionan los nombres, adjetivos, pronombres, etc. , pero no hay tantas formas distintas como en latín: por ejemplo, a veces el nominativo de un sustantivo coincide con su acusativo, y además hay solo cuatro casos.
[2] La marcación explícita del caso morfológico o declinación es frecuente en las siguientes familias: En la declinación suele distinguirse entre casos argumentales, para designar al sujeto y al objeto, y casos oblicuos que designan otro tipo de relaciones sintácticas asociadas, normalmente a los adjuntos al verbo o a los complementos del nombre.
En los casos argumentales las lenguas del mundo se dividen en varios tipos de acuerdo con su alineamiento morfosintáctico: nominativo-acusativo, absolutivo-ergativo, activo-inactivo, etc.
Estas lenguas están en la categoría de las fusionantes, lo cual significa que al núcleo de la palabra declinada se le añade un afijo en el cual se fusionan varias funciones gramaticales.
Del mismo modo que en español, al conjugar un verbo, añadimos a la raíz un afijo que aporta información múltiple (viajaremos: el morfema emos indica primera persona de plural y tiempo futuro), al declinar un nombre la terminación indica varias funciones, por ejemplo, en latín, rosarum (de las rosas) es femenino plural en caso genitivo.