Este le interrogó sobre la misa y el sacerdote se la explicó de tal modo que el gobernante quiso que se celebrase en su presencia.
El sacerdote dio gracias a Dios y continuó con la misa.
Según la leyenda, este suceso hizo que el gobernante musulmán y su familia se convirtiesen al cristianismo.
Cuando Santa Elena encontró la Vera Cruz en el siglo IV entregó un trozo al patriarca de Jerusalén.
[10][8] La Cruz sirvió de bandera y talismán contra ulteriores ataques andalusíes, en especial los llevados a cabo por Muhammad ibn Nasr, emir de Arjona y Granada.
Con ello, Caravaca se consolidaría como bastión de la frontera hispano-islámica.
Al volver a la fortaleza, tras atravesar de nuevo con éxito las líneas enemigas, bendijeron el vino con la Vera Cruz y se lo dieron a los enfermos, que sanaron, y esparcieron parte del vino por los aljibes, que quedaron purificados.
De esta forma pudieron resistir en el sitio, retirándose finalmente las huestes musulmanas.
El primer Papa de Roma que otorgó indulgencias por esto fue Pío V en 1572.
Posteriormente, estas indulgencias serían ampliadas por Gregorio XV en 1622, y confirmadas por Urbano VIII (1623-1644), Clemente X (1670-1676) e Inocencio XII (1691-1700).
El comerciante ofrecía venderla por ese mismo precio, sin obtener beneficio, a Caravaca.
No obstante, llegó el mariscal Jean-de-Dieu Soult y canceló la operación.
[26][27] La devoción a la Cruz de Caravaca fue extendida por todo el orbe cristiano –incluidas Polonia, Francia, Alemania, Inglaterra, América, etc.– merced a la Compañía de Jesús.
La Cruz de Caravaca ha alcanzado gran popularidad y es usada por algunos practicantes del esoterismo como un amuleto.
El 2 de mayo se celebran los Caballos del Vino.