[4][5] En el cine erótico fueron de mucha popularidad en toda América Latina las películas del Armando Bó protagonizadas por Isabel Sarli.
[14] Estas películas no estaban destinadas al consumo local ni popular, sino que eran un «entretenimiento sofisticado para el disfrute de la clase acomodada del viejo continente».
[11][15] Filmada entre 1907 y 1912 en la ribera de Quilmes o la ribera paranaense en Rosario,[15] muestra a seis ninfas desnudas sorprendidas por un sátiro o fauno, el cual captura a una para tener sexo en una variedad de posturas, incluyendo el 69.
[15][16] En las dos primeras décadas del siglo XX los productores argentinos advirtieron la idoneidad del cine como medio para la educación patriótica que, ligada a un discurso nacionalista, proponía una recuperación de la tradición como vía para lograr la unificación nacional.
[17] El cine se volvió más atractivo cuando comenzó a contar historias, lo que incentivó la producción y distribución.
[20] Nobleza gaucha (1915) constituyó un punto de inflexión en la cinematografía argentina,[21] abriéndole nuevos caminos artísticos y económicos.
Su primera película, la única que sobrevive, es El pañuelito de Clarita (1917), pionera del género infantil en el país.
[25] El análisis crítico lleva a concluir que Ferreyra fue un «improvisado de natural talento», desarrolló la trama mientras filmaba y trabajando durante muchos años sin escribir ningún guion.
[41] En el cine clásico argentino, los géneros cinematográficos se configuraron casi siempre como híbridos,[39] con el melodrama emergiendo como el modo reinante del período.
[48][49] Su público inicial fueron las clases trabajadoras urbanas, por lo que sus contenidos estuvieron fuertemente enraizados en su cultura,[50][51] destacándose el tango, los radioteatros y los géneros teatrales populares como el sainete[52] o la revista.
[34] Durante la presidencia de Juan Perón (1946-1955), se adoptaron medidas proteccionistas,[47] las cuales lograron revitalizar la producción cinematográfica argentina.
[64] La autodenominada Revolución Libertadora eliminó el sistema crediticio que había inflado las producciones, haciendo bajar el nivel y enriqueciendo a las grandes empresas.
[64] El lugar que ocupaban pocos grandes productores pasó a ser de muchos pequeños independientes.
[65] Los cineastas recibieron un impulso gracias al éxito internacional de La casa del ángel (1957) de Leopoldo Torre Nilsson,[65] quien impulsó a la generación del '60, cuando destacaron directores como Lautaro Murúa, David José Kohon, Fernando Birri, Rodolfo Kuhn y Manuel Antín.
[68] Si bien la reducción de esta industria se dio al comienzo de la dictadura, durante el gobierno anterior se sancionaron leyes que atentarían contra el cine argentino: La industria tuvo que reducir sus producciones por las complicaciones económicas y financieras a consecuencia del gran impacto inflacionario que implicó el estallido del plan económico del ministro de las fuerzas armadas.
[70] La hostil situación social alcanzó a grandes personalidades como Octavio Getino, Fernando Pino Solanas, Humberto Ríos, entre otros, quienes debieron exiliarse: la mejor opción para quienes desobedecieran los lineamientos dictatoriales, ya que otros cineastas como Raymundo Gleyzer y Pablo Szir fueron desaparecidos.
En 1978, mediante diversos estímulos, el gobierno militar logró que la industria cinematográfica se recuperase en cantidad, pero no en calidad artística y estética, limitándose a financiar películas comerciales con poco valor cultural.
[75] Es posible argumentar que esta limitación de acceso para los sectores más populares tenía fines ideológico-políticos.
Fue notable un fuerte enfoque en la experiencia de amplios sectores urbanos como Capital Federal o el Gran Buenos Aires.
Como menciona Getino, quienes se vieron muy beneficiados fueron «las productoras y distribuidoras extranjeras, particularmente norteamericanas, que incrementaron su poder sobre el mercado argentino en dichos años».
En 1982, la producción argentina cayó: solo se produjeron 17 películas; ese deterioro estimuló al gobierno a invertir en el cine con voluntad de cambio.
El director priorizaba el enunciado en su corrección ideológica y su deseo de enmendar injusticias históricas mediante textos dichos por los personajes.
En este período, se destacó La historia oficial, de Luis Puenzo, que logró el Premio Óscar a mejor película extranjera en 1986.
[80] El puntapié inicial del movimiento lo da Martín Rejtman, escritor y cineasta, con su primera película, Rapado.
[86] Lo que empezó como una simple muestra pasó a tener una importante repercusión crítica y de público.
Dentro de este proyecto se pueden citar los nombres de Israel Adrián Caetano, Bruno Stagnaro, Sandra Gugliotta, Daniel Burman, Lucrecia Martel y Ulises Rosell, que luego toman un rol preponderante en el movimiento del Nuevo Cine Argentino.
Pizza, birra, faso creó una vertiente costumbrista dentro del nuevo cine argentino que fue la más difundida y exitosa internacionalmente.
En este marco se inscriben: Mundo grúa (1999, Pablo Trapero), Bonanza (2001, Ulises Rosell), Modelo 73 (2001, Rodrigo Moscoso), La libertad (2001, Lisandro Alonso) y Bolivia (Israel Adrián Caetano, 2001), entre otros títulos.
[93] Los géneros cinematográficos están siendo revalorados en Argentina, no solo por los directores que los abordan, sino por el público, la crítica y los programadores.
Surgen festivales destinados al género independiente, como el Buenos Aires Rojo Sangre, conocido como el BARS.